miércoles, 26 de diciembre de 2012

Lecturas del Día Viernes, noviembre 30, 2012

Primera lectura:
De la carta del apóstol san Pablo a los romanos: 10, 9-18
Hermanos: Basta que cada uno declare con su boca que Jesús es el Señor y que crea en su corazón que Dios lo resucitó de entre los muertos, para que pueda salvarse. En efecto, hay que creer con el corazón para alcanzar la santidad y declarar con la boca para alcanzar la salvación.
Por eso dice la Escritura: Ninguno que crea en Él quedará defraudado, porque no existe diferencia entre judío y no judío, ya que uno mismo es el Señor de todos, espléndido con todos los que lo invocan, pues todo el que invoque al Señor como a su Dios, será salvado por Él.
Ahora bien, ¿cómo van a invocar al Señor, si no creen en Él? ¿Y cómo van a creer en Él, si no han oído hablar de Él? ¿Y cómo van a oír hablar de Él, si no hay nadie que se lo anuncie? ¿Y cómo va a haber quienes lo anuncien, si no son enviados? Por eso dice la Escritura: ¡Qué hermoso es ver correr sobre los montes al mensajero que trae buenas noticias!
Sin embargo, no todos han creído en el Evangelio. Ya lo dijo Isaías: Señor; ¿quién ha creído en nuestra predicación? Por lo tanto, la fe viene de la predicación y la predicación consiste en anunciar la palabra de Cristo.
Entonces yo pregunto: ¿Acaso no habrán oído la predicación? ¡Claro que la han oído!, pues la Escritura dice: La voz de los mensajeros ha resonado en todo el mundo y sus palabras han llegado hasta el último rincón de la tierra.

Salmo responsorial:
Del salmo 18
El mensaje del Señor resuena en toda la tierra.
Los cielos proclaman la gloria de Dios y el firmamento anuncia la obra de sus manos. Un día comunica su mensaje al otro día y una noche se lo transmite a la otra noche.
Sin que pronuncien una palabra, sin que resuene su voz, a toda la tierra llega su sonido y su mensaje hasta el fin del mundo.

Evangelio:
Del santo Evangelio según san Mateo: 4,18-22
Una vez que Jesús caminaba por la ribera del mar de Galilea, vio a dos hermanos, Simón, llamado después Pedro, y Andrés, los cuales estaban echando las redes al mar, porque eran pescadores. Jesús les dijo: "Síganme y los haré pescadores de hombres". Ellos inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron.
Pasando más adelante, vio a otros dos hermanos, Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, que estaban con su padre en la barca, remendando las redes, y los llamó también. Ellos, dejando enseguida la barca y a su padre, lo siguieron.

1 comentario:

  1. Los primeros discípulos de Jesús, los de la primera hora no dividían su fidelidad entre dos amores. Habían experimentado la fidelidad de su amor, habían dejado relaciones, oficios y familia en las orillas de Betsaida para formar parte de la comunidad de sus discípulos. Todo lo habían empeñado porque se habían sentido sacudidos por la poderosa presencia del joven profeta venido de Nazaret No temían al escarnio ni al desprestigio público. Seguir a Jesús era lo único que daría sentido a sus vidas. A los cuatro vientos podían proclamar su fe confiada: Jesús era el Señor de su vida y a través de su seguimiento, encontrarían satisfechas sus esperanzas. Esperanzas que no se agotaban en llenarse la barriga de pan, o en conseguir alivio para sus enfermedades; también anhelaban traspasar la barrera de la muerte, para acceder por su medio, a la plenitud de la vida junto al Padre bondadoso.

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