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El Reino de Dios entre nosotros |
Del santo Evangelio según san Lucas 17, 20-25
En aquel tiempo,
a unos fariseos que le preguntaban cuándo llegaría el Reino
de Dios, Jesús les respondió: El Reino de Dios viene
sin dejarse sentir. Y no dirán: "Vedlo aquí o allá",
porque el Reino de Dios ya está entre vosotros. Dijo
a sus discípulos: Días vendrán en que desearéis ver uno
solo de los días del Hijo del hombre, y no
lo veréis. Y os dirán: "Vedlo aquí, vedlo allá." No
vayáis, ni corráis detrás. Porque, como relámpago fulgurante que brilla
de un extremo a otro del cielo, así será el
Hijo del hombre en su Día. Pero, antes, le es
preciso padecer mucho y ser reprobado por esta generación.
Oración introductoria: Señor
Jesús, para vivir unido a Ti de modo real, personal
y constante, necesito alimentar esta unión por medio de la
vida de gracia y la identificación de mi voluntad con
la tuya, en esta meditación y durante toda mi vida.
¡Ven Espíritu Santo y haz esto posible!
Petición: Jesús, dame la
gracia de orar y de hablar contigo de corazón a
corazón.
Meditación del Papa: En la cultura hoy dominante, la idea de
victoria se asocia con frecuencia a un éxito inmediato. En
la perspectiva cristiana, en cambio, la victoria es un proceso
—largo y, a nuestros ojos humanos, no siempre lineal— de
transformación y de crecimiento en el bien. Esa victoria tiene
lugar según los tiempos de Dios, no según nuestros tiempos,
y requiere de nuestra fe profunda y perseverancia paciente. Aunque
el reino de Dios irrumpió definitivamente en la historia con
la resurrección de Jesús, aún no está plenamente realizado. La
victoria final se producirá sólo con la segunda venida del
Señor, que nosotros aguardamos con esperanza paciente. También nuestra espera
de la unidad visible de la Iglesia debe ser paciente
y confiada. Sólo con esta disposición encuentran pleno significado nuestra
oración y nuestro compromiso cotidianos por la unidad de los
cristianos. La actitud de espera paciente no significa pasividad o
resignación, sino respuesta pronta y atenta a toda posibilidad de
comunión y fraternidad que nos dona el Señor. Benedicto XVI,
25 de enero de 2012.
Reflexión: El Reino de Dios ya está
entre nosotros, aunque no completamente. Está entre nosotros porque Jesús
ya ha venido a la tierra y nos ha dejado
su presencia. Pero todavía falta algo. Es necesario que el
Reino llegue al corazón de cada hombre. Sólo entonces podremos
decir que ya ha llegado en toda su plenitud. Jesús advierte
que no se trata de un reino de ejércitos, de
emperadores, de palacios, etc. sino que es algo mucho más
sutil, menos notorio. Es un gobierno sobre los corazones, cuya
ley es la caridad y Cristo es el soberano. Dejar que
Jesús reine en mi alma significa abrirle las puertas para
que Él haga lo que quiera conmigo. Y El sólo
entra y se queda a vivir si encuentra un alma
limpia, es decir, sin pecado. Un alma en pecado es
un lugar inhabitable para Dios. Por eso decimos que hay
que vivir en continua lucha con nuestro peor enemigo, que
es el pecado, porque sólo él nos aleja de Dios,
la meta de nuestra vida. ¡Cómo sería el mundo si todos
los hombres viviesen en gracia, en amistad con Dios! ¡Qué
diferentes serían las cosas si todos los países adoptaran el
mandamiento de la caridad universal como ley suprema! Entonces, sí
que podríamos decir que el Reino de los cielos ha
llegado a la tierra.
Propósito: Empecemos por nuestro corazón y por
nuestra casa. Que cada día Dios sea lo más imprtante
en mi vida, buscar que el Reino de Dios viva
en mi corazón, a través de la oración y la
caridad a los demás.
Diálogo con Cristo: Jesús, ni el trabajo, ni
el estudio, ni las ocupaciones cotidianas, deben ser un obstáculo
para estar unido a Ti. Sólo dejando que gobiernes y
ordenes mi vida, podrá venir a mí tu Reino. Reconociéndote
hoy como mi Rey y Señor, todo mi día se
convertirá en un medio para alabarte, para glorificarte y amarte,
por medio de mi amor y servicio a los demás.
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Dejar que Jesús reine en mi alma es abrirle las puertas para que Él haga lo que quiera. conmigo.
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