miércoles, 5 de diciembre de 2012

Lecturas del Día Miércoles, noviembre 14, 2012

Primera lectura:
De la carta del apóstol san Pablo a Tito (3, 1-7)
Querido hermano: Recuérdales a todos que deben someterse a los gobernantes y a las autoridades, que sean obedientes, que estén dispuestos para toda clase de obras buenas, que no insulten a nadie, que eviten los pleitos, que sean sencillos y traten a todos con amabilidad.
Porque hubo un tiempo en que también nosotros fuimos insensatos y rebeldes con Dios; andábamos descarriados y éramos esclavos de todo género de pasiones y placeres; vivíamos una vida llena de maldad y de envidia; éramos abominables y nos odiábamos los unos a los otros.
Pero, al manifestarse la bondad de Dios, nuestro Salvador, y su amor a los hombres, Él nos salvó, no porque nosotros hubiéramos hecho algo digno de merecerlo, sino por su misericordia. Lo hizo mediante el bautismo, que nos regenera y nos renueva, por la acción del Espíritu Santo, a quien Dios derramó abundantemente sobre nosotros, por Cristo, nuestro Salvador. Así, justificados por su gracia, nos convertiremos en herederos, cuando se realice la esperanza de la vida eterna.

Salmo responsorial:
Del salmo 22
El Señor es mi pastor, nada me faltará.
El Señor es mi pastor, nada me falta; en verdes praderas me hace reposar y hacia fuentes tranquilas me conduce para reparar mis fuerzas.
Por ser un Dios fiel a sus promesas, me guía por el sendero recto; así, aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque tú estás conmigo. Tu vara y tu cayado me dan seguridad.
Tú mismo me preparas la mesa, a despecho de mis adversarios; me unges la cabeza con perfume y llenas mi copa hasta los bordes.
Tu bondad y tu misericordia me acompañarán todos los días de mi vida; y viviré en la casa del Señor por años sin término.

Evangelio:
Del santo Evangelio según san Lucas (17, 11-19)
En aquel tiempo, cuando Jesús iba de camino a Jerusalén, pasó entre Samaria y Galilea. Estaba cerca de un pueblo, cuando le salieron al encuentro diez leprosos, los cuales se detuvieron a lo lejos y a gritos le decían: "¡Jesús, maestro, ten compasión de nosotros!".
Al verlos, Jesús les dijo: "Vayan a presentarse a los sacerdotes". Mientras iban de camino, quedaron limpios de la lepra. Uno de ellos, al ver que estaba curado, regresó, alabando a Dios en voz alta, se postró a los pies de Jesús y le dio las gracias. Ése era un samaritano. Entonces dijo Jesús: "¿No eran diez los que quedaron limpios? ¿Dónde están los otros nueve? ¿No ha habido nadie, fuera de este extranjero, que volviera para dar gloria a Dios?". Después le dijo al samaritano: "Levántate y vete. Tu fe te ha salvado".

1 comentario:

  1. En ambas lecturas encontramos una línea divisoria que separa el pasado del presente de los protagonistas. En el Evangelio el narrador nos presenta a diez leprosos, quienes gracias a la intervención de Jesús, dejaron atrás su existencia como personas marginales, excluidas de la convivencia ordinaria por razón de su enfermedad. A partir del encuentro con Jesús también ellos participaron del baño regenerador del que nos habla la carta a Tito, y se reincorporaron como miembros de pleno derecho a su sociedad. En cierto sentido, el gesto curativo de Jesús que devolvió la salud corporal a los diez leprosos, fue un anticipo de la renovación interior que opera en nosotros el Espíritu de Dios, a través del bautismo. En un par de verbos concentra el autor la esencia de dicho cambio: la vida previa al encuentro con Jesús estaba marcada por el odio y la rivalidad; en tanto que la existencia cristiana del creyente está moldeada por la fuerza y el amor desbordante de Dios.

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