lunes, 31 de diciembre de 2012

Lecturas del Día Lunes, diciembre 31, 2012

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Primera lectura:
De la primera carta del apóstol san Juan: 2, 18-21
Hijos míos: Ésta es la última hora. Han oído ustedes que iba a venir el anticristo; pues bien, muchos anticristos han aparecido ya, por lo cual nos damos cuenta de que es la última hora.
De entre ustedes salieron, pero no eran de los nuestros; pues si hubieran sido de los nuestros, habrían permanecido con nosotros. Pero sucedió así para que se pusiera de manifiesto que ninguno de ellos es de los nuestros.
Por lo que a ustedes toca, han recibido la unción del Espíritu Santo y tienen así el verdadero conocimiento. Les he escrito, no porque ignoren la verdad, sino porque la conocen y porque ninguna mentira viene de la verdad.

Salmo responsorial: 
Del salmo 95
Alégrense los cielos y la tierra.
Cantemos al Señor un nuevo canto, que le cante al Señor toda la tierra; cantemos al Señor y bendigámoslo, proclamemos su amor día tras día.
Alégrense los cielos y la tierra, retumbe el mar y el mundo submarino. Salten de gozo el campo y cuanto encierra, manifiesten los bosques regocijo.
Regocíjese todo ante el Señor, porque ya viene a gobernar el orbe. Justicia y rectitud serán las normas con las que rija a todas las naciones.

Evangelio:
Del santo Evangelio según san Juan: 1, 1-18
En el principio ya existía aquel que es la Palabra, y aquel que es la Palabra estaba con Dios y era Dios. Ya en el principio Él estaba con Dios. Todas las cosas vinieron a la existencia por Él y sin Él nada empezó de cuanto existe. Él era la vida, y la vida era la luz de los hombres. La luz brilla en las tinieblas y las tinieblas no la recibieron.
Hubo un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan. Éste vino como testigo, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por medio de Él. Él no era la luz, sino testigo de la luz.
Aquel que es la Palabra era la luz verdadera, que ilumina a todo hombre que viene a este mundo. En el mundo estaba; el mundo había sido hecho por El y, sin embargo, el mundo no lo conoció.
Vino a los suyos y los suyos no lo recibieron; pero a todos los que lo recibieron les concedió poder llegar a ser hijos de Dios, a los que creen en su nombre, los cuales no nacieron de la sangre, ni del deseo de la carne, ni por voluntad del hombre, sino que nacieron de Dios.
Y aquel que es la Palabra se hizo hombre y habitó entre nosotros. Hemos visto su gloria, gloria que le corresponde como a Unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad.
Juan el Bautista dio testimonio de Él, clamando: "A éste me refería cuando dije: 'El que viene después de mí, tiene precedencia sobre mí, porque ya existía antes que yo' ".
De su plenitud hemos recibido todos gracia sobre gracia. Porque la ley fue dada por medio de Moisés, mientras que la gracia y la verdad vinieron por Jesucristo. A Dios nadie lo ha visto jamás. El Hijo unigénito, que está en el seno del Padre, es quien lo ha revelado.
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1 comentario:

  1. La comunidad que recibió la Primera carta de san Juan atravesaba por un momento crítico. En la comunidad se habían manifestado numerosos hermanos que habían distorsionado radicalmente el mensaje de Jesús; negaban su condición filial y pretendían desconectarlo de la íntima amistad con su Padre. Los supuestos cristianos que en realidad distorsionan el mensaje auténtico de Jesús son considerados el Anticristo. Se oponen a la Verdad que el Espíritu va manifestando a los verdaderos discípulos. La luz que Jesús vino a traer a los suyos genera distintas reacciones: unos la rechazan y otros la acogen. Jesús no es un intermediario más de parte del Padre. Es el revelador definitivo porque nos participa de su íntima y exclusiva relación con el Padre. Moisés el revelador que gozaba de mayor autoridad en Israel no había visto colmado su anhelo. Él ansiaba conocer el rostro de Dios, pero no lo consiguió. El evangelista lo ratifica con toda claridad, a Dios nadie lo ha visto, ni puede verlo, solamente el Verbo encarnado nos lo transparenta con autoridad.

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