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Jesús manso y humilde de corazón |
Mateo 11, 28-30
En aquel tiempo Jesús dijo: «Vengan a mí
todos los que están fatigados y agobiados, y yo les
daré alivio. Tomen mi yugo sobre ustedes y aprendan de
mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontrarán
descanso, porque mi yugo es suave y mi carga ligera».
Oración
introductoria: Señor, qué miserable soy cuando, a pesar de todos los
innumerables dones con los que has colmado mi vida, aún
me siento cansado y agobiado ante los problemas cotidianos de
mi vida. Ilumina mi oración para experimentar tu cercanía, tu
fidelidad, tu misericordia y bondad de corazón.
Petición: Vengo ante ti,
Señor, fatigado por la carga de mis debilidades, dame tu
gracia para tenerte en todo como mi modelo.
Meditación del Papa: Jesús
promete que dará a todos "descanso", pero pone una condición:
"Tomad sobre vosotros mi yugo, y aprended de mí, que
soy manso y humilde de corazón". ¿En qué consiste este
"yugo", que en lugar de pesar aligera, y en lugar
de aplastar levanta? El "yugo" de Cristo es la ley del
amor, es su mandamiento, que ha dejado a sus discípulos.
El verdadero remedio para las heridas de la humanidad -tanto
materiales, como es el hambre y las injusticias, y psicológicas
y morales, causadas por un falso bienestar- es una regla
de vida basada en el amor fraterno, que tiene su
manantial en el amor de Dios. Por esto es necesario
abandonar el camino de la arrogancia, de la violencia utilizada
para procurarse posiciones cada vez de mayor poder, para asegurarse
el éxito a toda costa. También por respeto del ambiente
es necesario renunciar al estilo agresivo que ha dominado en
los últimos siglos y adoptar una razonable "mansedumbre". Pero sobre
todo en las relaciones humanas, interpersonales, sociales, la regla del
respeto y de la no violencia, es decir, la fuerza
de la verdad contra todo abuso, puede asegurar un futuro
digno del hombre. (Benedicto XVI, 3 de julio de 2011).
Reflexión: En
la sociedad agrícola de la época de Jesús, la terminología
propia de la gente del campo tiene su importancia. El
“yugo” es el instrumento de madera con el cual se
sujetan el par de bueyes o mulas para tirar del
arado o del carro. Jesús lo usa como una imagen
que evoca la vida misma del hombre con sus afanes
y responsabilidades. Porque todo hombre debe soportar una “carga” más
o menos pesada y nadie está exento de ella. Por eso,
bien visto, el “yugo” que Jesucristo nos ofrece tiene sus
ventajas. Quizás no siempre sabemos apreciarlas: pero, ¿por qué no
lo buscamos más a menudo? Con Jesucristo las cargas y responsabilidades
de la vida se hacen livianas, o sea, “light”. Vivimos
en una sociedad en donde hasta los dulces de Navidad
se venden con la etiqueta de “light”. Dicen que lo
ligero es mejor, quizás más sano, aunque no siempre. En
el caso de nuestra vida cristiana, seríamos un poco necios
si no prestáramos atención a esta invitación. Jesús quiere hacernos
“liviana” nuestra carga. Y una vez más, si tenemos oídos
no podemos dejar de atender: “Venid a mí... yo os
daré descanso (...) porque mi yugo es suave y mi
carga ligera”. No podemos con las cargas de la vida
sin Jesucristo, y de esto nos debemos convencer. “Si conocieras el
don de Dios, (...) tú le habrías pedido a Él...”
(Jn 4, 10). Algo así, nos podría decir Jesucristo a
cada uno cuando conociéndole no acudimos a Él. Porque
todos experimentamos el cansancio en la lucha. Todos necesitamos la
comprensión y el consuelo de los demás, en la familia,
con mi esposo o esposa, con mis hijos y demás
familiares y amigos. Pero aún más necesitamos a Dios, sobre
todo cuando nos falta lo anterior. Su acción (si le
dejamos), es tan fuerte, que actúa de bálsamo, de calmante,
de medicina, que al mismo tiempo sana y vigoriza. Su
presencia relativiza los problemas de cada día que nos pueden
quitar la paz. Los coloca en su justo lugar para
mirar al futuro con optimismo y esperanza. Sólo Él nos
llena de la tranquilidad interior. ¿Acaso no estamos necesitados más
que nunca hoy de esa serenidad?
Propósito: Ante el agobio y
cansancio del trabajo o de los problemas diré: Jesús, en
ti confío.
Diálogo con Cristo: Señor Jesús, enséñame a someterme siempre a
la voluntad del Padre, para encontrar el descanso que me
ofreces. Es paradójico como busco evadir todo lo que implique
pobreza, soledad, fatiga, cuando vividos contigo y por amor a
Ti, son los medios excelentes que me pueden llevar a
crecer en el amor. Ayúdame a ser manso y humilde
de corazón.
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Sólo Él nos llena de la tranquilidad interior. ¿Acaso no estamos necesitados más que nunca hoy de esa serenidad?
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