jueves, 20 de diciembre de 2012

Lecturas del Día Viernes, noviembre 23, 2012

Primera lectura:
Del libro del Apocalipsis del apóstol san Juan: 10, 8-1
Yo, Juan, oí de nuevo la voz que ya me había hablado desde el cielo, y que me decía: "Ve a tomar el librito abierto, que tiene en la mano el ángel que está de pie sobre el mar y la tierra".
Me acerqué al ángel y le pedí que me diera el librito.
Él me dijo: "Tómalo y cómetelo. En la boca te sabrá tan dulce como la miel, pero te amargará las entrañas".
Tomé el librito de la mano del ángel y me lo comí. En la boca me supo tan dulce como la miel; pero al tragarlo, sentí amargura en las entrañas. Entonces la voz me dijo: "Tienes que volver a anunciar lo que Dios dice acerca de muchos pueblos, naciones y reyes".

Salmo responsorial:
Del salmo 118
Mi alegría es cumplir tus mandamientos.
Más me gozo cumpliendo tus preceptos que teniendo riquezas. Tus mandamientos, Señor, son mi alegría, ellos son también mis consejeros.
Para mí valen más tus enseñanzas que miles de monedas de oro y plata. ¡Qué dulces al paladar son tus promesas! Más que la miel en la boca.
Tus preceptos son mi herencia perpetua, la alegría de mi corazón. Hondamente suspiro, Señor, por guardar tus mandamientos.

Evangelio:
Del santo Evangelio según san Lucas: 19, 45-48
Aquel día, Jesús entró en el templo y comenzó a echar fuera a los que vendían y compraban allí, diciéndoles: "Está escrito: Mi casa es casa de oración; pero ustedes la han convertido en cueva de ladrones".
Jesús enseñaba todos los días en el templo. Por su parte, los sumos sacerdotes, los escribas y los jefes del pueblo, intentaban matarlo, pero no encontraban cómo hacerlo, porque todo el pueblo estaba pendiente de sus palabras.

1 comentario:

  1. El capítulo décimo del Apocalipsis nos habla de un segundo libro diferente al que habíamos encontrado en el capítulo quinto. Por sus rasgos, dulce y amargo a la vez, es identificado a partir de la profecía de Ezequiel, como un rollo que contiene la palabra profética. La intención del fragmento es mostrar y recordar que los cristianos tenemos la misión de testimoniar a Cristo, y realizar así, una función profética. Los abusos de poder operantes en la sociedad dominada por la política imperial no son poca cosa; al contrario, son una negación del Señorío de Dios y una afrenta a la dignidad de sus fieles. Los cristianos no pueden quedarse callados ante esa institución idolátrica. El Señor Jesús, tal como lo refiere el Evangelio de san Lucas, no permaneció indiferente ante el manoseo descarado de la religiosidad que se vivía en el templo de Jerusalén. Su gesto profético fue rotundo, no se quedó en una prédica encendida, sino que echó al suelo los símbolos ofensivos de la religiosidad degradada. Sus adversarios no se lo perdonaron y le amargaron los últimos días de su existencia profética, pero Dios lo rescató de manos de sus verdugos.

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