miércoles, 26 de diciembre de 2012

Lecturas del Día Jueves, noviembre 29 2012

Primera lectura: 
Del libro del Apocalipsis del apóstol san Juan: 18, 1-2. 21-23; 19, 1-3. 9
Yo, Juan, vi un ángel que bajaba del cielo. Su poder era inmenso y con resplandor iluminó la tierra. Gritó con voz potente y dijo: "Ha caído ya la gran Babilonia y ha quedado convertida en morada de demonios, en guarida de toda clase de espíritus impuros, en escondrijo de aves inmundas y repugnantes".
Otro ángel poderoso levantó una piedra del tamaño de una rueda de molino y la arrojó al mar, diciendo:
"Con esta misma violencia será arrojada Babilonia, la gran ciudad, y desaparecerá para siempre. Ya no se volverán a escuchar en ti ni cantos, ni citaras, ni flautas, ni trompetas. Ya no habrá jamás en ti artesanos de ningún oficio, ni se escuchará más el ruido de la piedra de molino; ya no brillarán en ti las luces de las lámparas, ni volverá a escucharse en ti el bullicio de las bodas. Esto sucederá porque tus comerciantes llegaron a dominar la tierra y tú, con tus brujerías, sedujiste a todas las naciones".
Después de esto oí algo así como una inmensa multitud que cantaba en el cielo:
"¡Aleluya! La salvación, la gloria y el poder pertenecen a nuestro Dios, porque sus sentencias son legítimas y justas. Él ha condenado a la gran prostituta, que corrompía a la tierra con su fornicación y le ha pedido cuentas de la sangre de sus siervos". Y por segunda vez todos cantaron: "¡Aleluya! El humo del incendio de la gran ciudad se eleva por los siglos de los siglos".
Entonces un ángel me dijo: "Escribe: 'Dichosos los invitados al banquete de bodas del Cordero'".

Salmo responsorial:
Del salmo 99
Dichosos los invitados al banquete del Señor.
Alabemos a Dios todos los hombres, sirvamos al Señor con alegría y con júbilo entremos en su templo.
Reconozcamos que el Señor es Dios, que Él fue quien nos hizo y somos suyos, que somos su pueblo y su rebaño.
Entremos por sus puertas dando gracias, crucemos por sus atrios entre himnos, alabando al Señor y bendiciéndolo.
Porque el Señor es bueno, bendigámoslo, porque es eterna su misericordia y su fidelidad nunca se acaba.

Evangelio:
Del santo Evangelio según san Lucas: 21, 20-28
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: "Cuando vean a Jerusalén sitiada por un ejército, sepan que se aproxima su destrucción. Entonces, los que estén en Judea, que huyan a los montes; los que estén en la ciudad, que se alejen de ella; los que estén en el campo, que no vuelvan a la ciudad; porque esos días serán de castigo para que se cumpla todo lo que está escrito.
¡Pobres de las que estén embarazadas y de las que estén criando en aquellos días! Porque vendrá una gran calamidad sobre el país y el castigo de Dios se descargará contra este pueblo. Caerán al filo de la espada, serán llevados cautivos a todas las naciones y Jerusalén será pisoteada por los paganos, hasta que se cumpla el plazo que Dios les ha señalado. Habrá señales prodigiosas en el sol, en la luna y en las estrellas. En la tierra las naciones se llenarán de angustia y de miedo por el estruendo de las olas del mar; la gente se morirá de terror y de angustiosa espera por las cosas que vendrán sobre el mundo, pues hasta las estrellas se bambolearán. Entonces verán venir al Hijo del hombre en una nube, con gran poder y majestad. Cuando estas cosas comiencen a suceder, pongan atención y levanten la cabeza, porque se acerca la hora de su liberación".

1 comentario:

  1. Dos ciudades memorables aparecen en estas lecturas: Jerusalén y Babilonia, que representa simbólicamente a Roma. El Evangelio de san Lucas profetiza la próxima ruina de la ciudad de David. Los excesos de las autoridades judías y la obstinación de los líderes espirituales orillaron a la gente desesperada a levantarse en armas. Ese movimiento armado era un despropósito. El imperio romano los aplastaría sin compasión. Tal como lo había profetizado el Señor, la ciudad no descubrió el camino que la conducida a la paz. Sin embargo, al verdugo implacable y violento, al sistema depredador que azotaba pueblos y naciones también le llegaría su hora. El Apocalipsis lo celebra con entusiasmo desbordante: ¡Cayó, cayó la Gran Babilonia! Todos los imperios construidos a base de explotación y violencia parecen en cierto momento indestructibles. La historia demuestra que no lo son. El Apocalipsis sustenta nuestra esperanza, recordándonos que solamente el Señorío del Dios justo será eterno y duradero.

    ResponderEliminar