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Conversión de Zaqueo |
Del santo Evangelio según san Lucas 19, 1-10
En aquel
tiempo, Jesús, habiendo entrado en Jericó, atravesaba la ciudad. Había
un hombre llamado Zaqueo, que era jefe de publicanos, y
rico. Trataba de ver quién era Jesús, pero no podía
a causa de la gente, porque era de pequeña estatura.
Se adelantó corriendo y se subió a un sicómoro para
verle, pues iba a pasar por allí. Y cuando Jesús
llegó a aquel sitio, alzando la vista, le dijo: «Zaqueo,
baja pronto; porque conviene que hoy me quede yo en
tu casa». Se apresuró a bajar y le recibió con
alegría. Al verlo, todos murmuraban diciendo: «Ha ido a hospedarse
a casa de un hombre pecador». Zaqueo, puesto en pie,
dijo al Señor: «Daré, Señor, la mitad de mis bienes
a los pobres; y si en algo defraudé a alguien,
le devolveré el cuádruplo». Jesús le dijo: «Hoy ha llegado
la salvación a esta casa, porque también éste es hijo
de Abraham, pues el Hijo del hombre ha venido a
buscar y salvar lo que estaba perdido».
Oración introductoria: Jesús, yo como
Zaqueo quiero conocerte mejor, pero hay muchas cosas que me
lo impiden y me distraen. Hoy vengo a esta oración
dispuesto a encontrarme contigo. Mírame Señor, con ese amor con
que miraste a Zaqueo, ven a hospedarte en mi alma,
prometo no dejarte ir nunca más.
Petición: Señor, haz que venga hoy
tu salvación a mi alma.
Meditación del Papa: El motivo de esta
alegría es, por lo tanto, la cercanía de Dios, que
se ha hecho uno de nosotros. Esto es lo que
san Pablo quiso decir cuando escribía a los cristianos de
Filipos: "Alegraos siempre en el Señor; os lo repito, alegraos.
Que vuestra mesura la conozca todo el mundo. El Señor
está cerca". La primera causa de nuestra alegría es la
cercanía del Señor, que me acoge y me ama. En
efecto, el encuentro con Jesús produce siempre una gran alegría
interior. Lo podemos ver en muchos episodios de los Evangelios.
Recordemos la visita de Jesús a Zaqueo, un recaudador de
impuestos deshonesto, un pecador público, a quien Jesús dice: "Es
necesario que hoy me quede en tu casa". Y san
Lucas dice que Zaqueo "lo recibió muy contento". Es la
alegría del encuentro con el Señor; es sentir el amor
de Dios que puede transformar toda la existencia y traer
la salvación. Zaqueo decide cambiar de vida y dar la
mitad de sus bienes a los pobres. Benedicto XVI, 27
de marzo de 2012.
Reflexión: La escena que el Evangelio nos presenta
es una evocación del misterio que ha cambiado nuestras vidas:
la Encarnación. Dios que quiso venir a visitar la casa
de los hombres, el mundo que Él mismo creó. Le
necesitábamos, y no dudó en venir para traernos la salvación. La
historia de Zaqueo se repite cada día. Es nuestra misma
historia. Somos hombres que buscamos a Dios porque somos débiles.
Una multitud que quiere ver en su vida a Cristo
cerca y alberga ese profundo deseo en el corazón. Personas
que, a pesar de nuestra baja estatura en el espíritu,
nos atrevemos a subir a un árbol, porque a toda
costa queremos encontrarnos con Él. Y Cristo no se hace rogar.
Sale al encuentro, pasa por el camino, fija su honda
mirada en nuestros ojos, que brillan de ilusión. Y nos
dice: "Hoy quiero quedarme en tu casa". ¡Y nuestra alma
se inunda de gozo! Hemos encontrado lo que buscábamos, la
fuerza para nuestra debilidad, la paz y la felicidad para
nuestras vidas. El Señor cambia nuestras vidas. Zaqueo dio a
los pobres la mitad de sus bienes. Nosotros, que también
buscamos con anhelo a Cristo, saldremos transformados de ese encuentro
y le daremos la totalidad de nuestro ser.
Propósito: Hacer una visita
a Cristo Eucaristía, auténtica fuente de paz y alegría.
Diálogo con
Cristo: Señor Jesús, necesito este encuentro contigo en la oración.
El ejemplo de Zaqueo me hace ver que quien te
deja entrar en su vida, no pierde nada de lo
que realmente hace la vida bella, buena y grande. Tu
amistad abre las puertas de un horizonte inmenso. Ayúdame a
hacer la misma experiencia y a no tener miedo de
abrirte de par en par las puertas de mi corazón.
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El Señor cambia nuestras vidas si le dejamos, saldremos transformados de ese encuentro.
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