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La viuda de las dos monedas |
Lucas 21, 1-4
En aquel tiempo, alzando Jesús la mirada, vio
a unos ricos que echaban sus donativos en el arca
del Tesoro; vio también a una viuda pobre que echaba
allí dos moneditas, y dijo: De verdad os digo que
esta viuda pobre ha echado más que todos. Porque todos
éstos han echado como donativo de lo que les sobraba,
ésta en cambio ha echado de lo que necesitaba, todo
cuanto tenía para vivir.
Oración introductoria: Señor, contemplando el ejemplo de
la viuda pobre del Evangelio, quiero ofrecerte mi vida entera,
quiero entregártela sin reservas, como lo hizo la Virgen María.
Concédeme tu gracia en esta oración para que este ofrecimiento
sea una realidad al darte todo mi amor y todo
mi ser, con alegría y generosidad.
Petición: Señor, enséñame a darlo todo
por Ti y por los demás, con alegría, generosidad y
caridad.
Meditación del Papa: La viuda del Evangelio, al igual que la
del Antiguo Testamento, lo da todo, se da a sí
misma, y se pone en las manos de Dios, por
el bien de los demás. Este es el significado perenne
de la oferta de la viuda pobre, que Jesús exalta
porque da más que los ricos, quienes ofrecen parte de
lo que les sobra, mientras que ella da todo lo
que tenía para vivir, y así se da a sí
misma.[..] A Dios le bastó el sacrificio de Jesús, ofrecido
"una sola vez", para salvar al mundo entero, porque en
esa única oblación está condensado todo el amor del Hijo
de Dios hecho hombre, como en el gesto de la
viuda se concentra todo el amor de aquella mujer a
Dios y a los hermanos: no le falta nada y
no se le puede añadir nada. La Iglesia, que nace
incesantemente de la Eucaristía, de la entrega de Jesús, es
la continuación de este don, de esta sobreabundancia que se
expresa en la pobreza, del todo que se ofrece en
el fragmento. Benedicto XVI, 8 de noviembre de 2009.
Reflexión: ¡Qué hermosos
ojos tiene nuestro Redentor que tan bellamente posa su mirada
en cada uno de nuestros actos! A Cristo no le
es indiferente cuanto podamos hacer, sobre todo, cuando son pequeñas
menudencias que sólo Él ha visto y que sabrá premiar
en su debido tiempo. Hay en la escena algunos ricos echando
grandes cantidades de dinero para Dios. Es lo que significa
su ofrenda al Templo. Está lejos de Él una condena
a los ricos, como alguna literatura ha querido ver en
este y otros pasajes. Al contrario, seguramente se sintió a
gusto al ver cómo los que cuentan con los medios
necesarios, ponen en práctica la hermosa virtud de la magnificencia.
¡Qué sería del Templo, de las grandes obras de la
Iglesia si no hubiera gente generosa a lo grande! Además
está muy lejos de Cristo esa clase de favoritismos por
unos o por otros. Y es que Dios no mira
las apariencias como los hombres. Precisamente porque no mira las apariencias
se impresionó por el gesto de esa mujer pobre. Lo
ha dado todo para Dios, ¡todo lo que tenía para
su existencia! Y Cristo no se ha quedado indiferente ante
tan grandioso gesto. Si hasta lo ha comunicado a sus
apóstoles como diciendo: “aprended de esa mujer lo que es
creer de veras en Dios”. Darlo todo. Y hay tanta
gente que lo da todo en nuestro mundo del siglo
XXI y, quizás sería importante abrir más los ojos y
no dejarnos impresionar por las apariencias sino mirar con la
mirada de Cristo y obrar con la generosidad de esa
viuda. Porque para Dios ella no ha quedado desamparada. Porque
a los que así obran Dios no los abandona sino
que se conmueve de amor ante sus pequeños actos de
generosidad. Pensemos sólo que gracias a ese pequeño acto de
la viuda ella sigue siendo hasta ahora modelo para nosotros.
Propósito: No
ofrecer lo que me sobra, tomar ejemplo de la viuda
que da todo lo que tenía para vivir, y así
se da a sí misma. Dar mi tiempo al escuchar
con antención, acompañar, ayudar, agradecer, servir a los demás.
Diálogo
con Cristo: Señor, no te puedo dar nada que no
haya recibido de Ti, por lo que pongo en tus
manos mi amor y mi total dependencia a tu voluntad.
Con tu gracia podré vivir desprendido de las cosas y
sabré darme con más generosidad y más amor a los
demás.
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Cristo no mira las apariencias y no se ha quedado indiferente ante el gesto de la viuda.
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