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Ciudades incrédulas |
Del santo Evangelio según san Lucas 10, 13-16
«¡Ay de ti,
Corazin! ¡Ay de ti, Betsaida! Porque si en Tiro y
en Sidón se hubieran hecho los milagros que se han
hecho en vosotras, tiempo ha que, sentados con sayal y
ceniza, se habrían convertido. Por eso, en el Juicio habrá
menos rigor para Tiro y Sidón que para vosotras. Y
tú, Cafarnaúm, ¿hasta el cielo te vas a encumbrar? ¡Hasta
el Hades te hundirás! «Quien a vosotros os escucha, a
mí me escucha; y quien a vosotros os rechaza, a
mí me rechaza; y quien me rechaza a mí,
rechaza al que me ha enviado». Oración: Gracias, Señor, por tu
amor y por el prodigio que me das, en este
momento, al invitarme a dialogar contigo en esta meditación. Confío
en Ti, Señor, y humildemente pongo mi mente, mi corazón,
mi vida, en tus manos.
Petición: Jesús, ayúdame a guardar el
silencio necesario para poder escucharte.
Meditación del Papa: "Venid vosotros, benditos de
mi Padre; heredad el reino preparado para vosotros desde la
creación del mundo". Acojamos estas palabras de bendición que el
Hijo del hombre dirigirá el Día del Juicio a quienes
habrán reconocido su presencia en los más humildes de sus
hermanos con un corazón libre y rebosante de amor de
Dios. Hermanos y hermanas, este pasaje del Evangelio es verdaderamente
una palabra de esperanza, porque el Rey del universo se
ha hecho muy cercano a nosotros, servidor de los más
pequeños y más humildes. Y quisiera dirigirme con afecto a
todos los que sufren, a los enfermos, a los aquejados
del sida u otras enfermedades, a todos los olvidados de
la sociedad. ¡Tened ánimo! El Papa está cerca de vosotros
con el pensamiento y la oración. ¡Tened ánimo! Jesús ha
querido identificarse con el pequeño, con el enfermo; ha querido
compartir vuestro sufrimiento y reconoceros a vosotros como hermanos y
hermanas, para liberaros de todo mal, de toda aflicción. Cada
enfermo, cada persona necesitada merece nuestro respeto y amor, porque
a través de él Dios nos indica el camino hacia
el cielo. (Benedicto XVI, 20 de noviembre de 2011). Reflexión: ¡Ay de ti, que has visto muchos milagros y no
te has convertido! Son muy duras las palabras de Cristo
contra estas dos ciudades, ciudades que nos pueden representar si
no creemos en los milagros que Cristo va cumpliendo cada
día de nuestra vida. ¿Qué milagros ha hecho y no he
creído? Cada uno en su vida personal puede decir cuántos
son los milagros que Dios ha hecho en su propia
vida, pero los más comunes son la Eucaristía, la conversión
de nuestros corazones, las casualidades que no tienen otro fundamento
que el querer de Dios, nuestra propia vida cuando hemos
estado en riesgo de morir... Lo que nos pide Cristo en
este evangelio es que reflexionemos sobre todos esos milagros, esas
gracias que Dios nos va dado, para que se las
agradezcamos como verdaderos hijos, que aman a su Padre. Seamos
agradecidos y pidamos la gracia de ver todo lo que
Dios nos ha dado.
Propósito: Poner en mi agenda de actividades, el
día en que voy a ir a confesarme.
Diálogo con
Cristo: Señor, hazme darme cuenta que para escuchar y poder responder
a tu llamada, debo limpiar mi mente y mi corazón
en el sacramento de la confesión. No soy digno de
ser tu discípulo misionero, por eso te pido me ayudes
a crecer en la sinceridad y en la honestidad, para
que sepa aprovechar los medios espirituales que me ofrece tu
Iglesia.
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Creer en los milagros que Cristo va cumpliendo cada día de nuestra vida.
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