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Necesidad de la vigilancia |
Del santo Evangelio según san Lucas 12, 35-38
Estén ceñidos vuestros
lomos y las lámparas encendidas, y sed como hombres que
esperan a que su señor vuelva de la boda, para
que, en cuanto llegue y llame, al instante le
abran. Dichosos los siervos, que el señor al venir encuentre
despiertos: yo os aseguro que se ceñirá, los hará ponerse
a la mesa y, yendo de uno a otro, les
servirá. Que venga en la segunda vigilia o en la
tercera, si los encuentra así, ¡dichosos de ellos!
Oración introductoria: Señor, creo,
confío y te amo sobre todas las cosas. Me acerco
a Ti en esta oración para reanimar la fe, para
recibir la energía espiritual que mueva mi corazón y que
me mantenga en vigilante espera.
Petición: Dios mío, concédeme vivir alerta,
de cara a la eternidad, con mi alma limpia, lista
para el encuentro definitivo contigo.
Meditación del Papa: La fe en Dios
debe concretarse en nuestro común trabajo por el hombre. Forman
parte de esta tarea no sólo estos criterios fundamentales de
humanidad sino, sobre todo y de modo concreto, el amor
que Jesús nos ha enseñado en la descripción del Juicio
Final: el Dios juez nos juzgará según nos hayamos comportado
con nuestro prójimo, con los más pequeños de sus hermanos.
La disponibilidad para ayudar en las necesidades actuales, más allá
del propio ambiente de vida es una obra esencial del
cristiano. Esto vale sobre todo en el ámbito de la
vida personal de cada uno. Vale también en la comunidad
de un pueblo o de un Estado, en la que
todos deben hacerse cargo los unos de los otros. Vale
para nuestro Continente, en el que estamos llamados a la
solidaridad europea. Y, en fin, vale más allá de todas
las fronteras: la caridad cristiana exige hoy también nuestro compromiso
por la justicia en el mundo entero. Benedicto XVI, 23
de septiembre de 2011.
Reflexión: El Señor llega de improviso, como un
ladrón, para ver si ya hemos construido el Reino que
se nos ha revelado. Hablar de reino quiere decir hablar
de las riquezas que Dios nos ha dado es decir,
de la vida, del bautismo, de la participación de la
vida divina a través de la gracia. Nosotros no somos
dueños de estas riquezas, pero si administradores que las deben
hacer fructificar y ampliar. El Señor nos visita en varios
momentos de la vida, pero su venida por antonomasia es
el encuentro definitivo con Él. El hombre no pude perder
la venida del Señor. Esta venida por tanto, exige vigilar.
Reflexionar sobre la venida del Señor no nos debería dar
miedo sino que nos debería llevar a confiar más en
Él. ¡Cómo cambia el sentido de la vida cuando se
ve desde este prisma de la fe y confianza en
Cristo! Pensar en el fin de la vida debe ser, más
que una consideración del fin en sí y por sí,
una ocasión para aprovechar más inteligentemente el tiempo que se
nos queda para vivir, lo poco o mucho que sea.
Lo importante es recordar que al final de la vida
se nos juzgará del amor. Y sólo vale lo que
hayamos hecho por Dios y por nuestros hermanos.
Propósito: Vivir
responsablemente este día, aprovechando mi tiempo, esforzándome por «ganar tiempo
al tiempo», para comprometerme más en la nueva evangelización.
Diálogo con
Cristo: Sean pocos o muchos los años que me quedan
de vida, necesito estar listo para lo que la Providencia
permita. Jesús, Tú conoces todas mis acciones, mis pensamientos y
guías siempre mi camino, por eso te doy gracias; pero
también conoces mis temores y mi fragilidad, por eso te
pido la fortaleza y la sabiduría que necesito para sentir
la urgencia de trabajar por tu Iglesia.
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Al final de la vida se nos juzgará del amor, sólo vale lo que hayamos hecho por Dios y por nuestros hermanos.
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