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Jesús enseña el Padrenuestro |
Del santo Evangelio según san Lucas 11, 1-4
Un día Jesús
estaba orando y cuando terminó, le dijo uno de sus
discípulos: «Señor, enséñanos a orar, como enseñó Juan a sus
discípulos». El les dijo: «Cuando oréis, decid: Padre, santificado sea
tu Nombre, venga tu Reino, danos cada día nuestro pan
cotidiano, y perdónanos nuestros pecados porque también nosotros perdonamos a
todo el que nos debe, y no nos dejes caer
en tentación».
Oración introductoria: Señor, te damos gracias por enseñarnos a orar,
por dejarnos tu oración, porque gracias a ella pedimos las
gracias que necesitamos. Danos ese amor por la oración y
que sigamos tu ejemplo de siempre orar antes de actuar.
Petición: Padre,
dame la gracia de apreciar la oración que Cristo nos
enseñó, el Padrenuestro y así pedirte lo que de verdad
necesito.
Meditación del Papa: Redescubrir la belleza y la profundidad de la
oración «Jesús no puso objeciones, ni habló de fórmulas extrañas
o esotéricas, sino que, con mucha sencillez, dijo: "Cuando oréis,
decid: -Padre...", y enseñó el Padre Nuestro sacándolo de su
propia oración, con la que se dirigía a Dios, su
Padre. [...] Estamos ante las primeras palabras de la Sagrada
Escritura que aprendemos desde niños. Se imprimen en la memoria,
plasman nuestra vida, nos acompañan hasta el último aliento. Desvelan
que "no somos plenamente hijos de Dios, sino que hemos
de llegar a serlo más y más mediante nuestra comunión
cada vez más profunda con Cristo. Ser hijos equivale a
seguir a Jesús" Benedicto XVI, Jesús de Nazaret, Madrid 2007,
p. 172. «Esta oración recoge y expresa también las necesidades humanas
materiales y espirituales: "Danos cada día nuestro pan cotidiano, y
perdónanos nuestros pecados". Y precisamente a causa de las necesidades
y de las dificultades de cada día, Jesús exhorta con
fuerza: "Yo os digo: pedid y se os dará; buscad
y hallaréis; llamad y se os abrirá. Porque todo el
que pide, recibe; el que busca, halla; y al que
llama, se le abrirá". No se trata de pedir para
satisfacer los propios deseos, sino más bien para mantener despierta
la amistad con Dios, quien -sigue diciendo el Evangelio- "dará
el Espíritu Santo a los que se lo pidan"». Benedicto
XVI, 25 de julio de 2010.
Reflexión: Muchas veces he contemplado
la escena de una madre en la iglesia. Ella arrodillada,
después de la comunión tiene a un lado a su
hijito. Éste de repente la interrumpe con una pregunta: Mami,
¿qué estás haciendo? La respuesta no se hace esperar: Rezar,
hijito. Si esto sucede dentro de una familia, ¿qué no
habrá pasado en el grupo de los apóstoles? Los apóstoles habrán
visto rezar muchas veces a Cristo. Les ha cautivado su
manera de relacionarse con su Padre. Por eso, cansados de
sólo ver, le hacen la pregunta del millón: "¿puedes enseñarnos
a orar como lo hizo Juan con sus discípulos?" ¡Qué
gracia hemos tenido con esa respuesta! ¡Poder hablar con Dios
de forma directa y llamándolo "Padre". Aprendamos a apreciar esa oración
que Cristo nos enseñó. Es de un mensaje inigualable porque
con ella podemos hablar a Dios pidiéndole lo que más
necesitamos: "danos pan, perdónanos, no nos dejes caer en la
tentación y líbranos del mal". No tengamos miedo de repetirla
en nuestros corazones en los momentos de dificultad. En ella
está la paz del alma. Es un pequeño sacrificio, pero
vale la pena aprender a orar.
Propósito: Hoy rezaré el Padrenuestro despacio,
sin prisa, pensando en cada palabra, y que sea la
oración más importante de mi día...y de mi vida.
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ecemos el Padrenuestro, No dudemos de repetirlo en nuestros corazones en los momentos de dificultad. En ella está la paz del alma.
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