|
Curación del hombre de la mano seca |
Del santo Evangelio según san Marcos 3, 1-6
En aquel tiempo,
entró Jesús en una sinagoga y había un hombre que
tenía la mano paralizada. Los fariseos estaban al acecho a
ver si le curaba en sábado para poder acusarle. Dice
al hombre que tenía la mano seca: «Levántate ahí en
medio». Y les dice: «¿Es lícito en sábado hacer el
bien en vez del mal, salvar una vida en vez
de destruirla?» Pero ellos callaban. Entonces, mirándoles con ira, apenado
por la dureza de su corazón, dice al hombre:
Extiende la mano». Él la extendió y quedó restablecida su
mano. En cuanto salieron los fariseos, se confabularon con los
herodianos contra él para ver cómo eliminarle.
Oración introductoria: Señor, cuántas veces
me encuentro tullido como el hombre del que habla el
Evangelio. Soy un lisiado en el campo del espíritu. Sin
tu gracia estoy imposibilitado para obrar el bien. Aumenta mi
docilidad para escuchar tu voz en esta oración. Petición: Señor,
no permitas que sea nunca causa de tu tristeza.
Ayúdame a amarte de manera concreta y real mediante la
virtud de la caridad.
Meditación del Papa: Cuántas veces la vida de
los cristianos se caracteriza por mirar sobre todo a sí
mismos; hacen el bien, por decirlo así, para sí mismos.
Y qué grande es la tentación de todos los hombres
de preocuparse sobre todo de sí mismos, de mirar hacia
atrás a sí mismos, convirtiéndose así interiormente en algo vacío,
"estatuas de sal". Aquí, en cambio, no se trataba de
perfeccionarse a sí mismos o de querer tener la propia
vida para sí mismos. Estos jóvenes han hecho el bien
–aun cuando ese hacer haya sido costoso, aunque haya supuesto
sacrificios– simplemente porque hacer el bien es algo hermoso, es
hermoso ser para los demás. Sólo se necesita atreverse a
dar el salto. Todo eso ha estado precedido por el
encuentro con Jesucristo, un encuentro que enciende en nosotros el
amor por Dios y por los demás, y nos libera
de la búsqueda de nuestro propio "yo". Una oración atribuida
a san Francisco Javier dice: "Hago el bien no porque
a cambio entraré en el cielo y ni siquiera porque,
de lo contrario, me podrías enviar al infierno. Lo hago
porque Tú eres Tú, mi Rey y mi Señor." (Benedicto
XVI, 22 de diciembre de 2011)
Reflexión: Cristo no ha venido para
abolir la antigua ley, sino a darle plenitud. Este pasaje
lo deja en evidencia. Los fariseos se molestan porque Cristo
hace algo prohibido por la ley. Y Cristo pone de
relieve que lo más importante es hacer el bien; en
este caso, salvar una vida. ¿Cuál es esta ley para nosotros?
Los Mandamientos, nuestros deberes como padres, esposos, hijos, ciudadanos...
Nada del otro mundo. No se nos imponen dolorosos sacrificios,
ni numerosas prohibiciones o rezos... Se nos pide ser coherentes
con la fe que profesamos. Y sobre todo, vivir con
amor. Esta es la plenitud de la ley: el amor. El
amor vale mucho más que el frío cumplimiento de una
norma o regla de vida. Por eso, aunque lo que
hagamos sean pequeñas cosas, éstas se ven engrandecidas, agigantadas por
el amor. El Evangelio comenta que Cristo estaba entristecido
por la dureza del corazón de los fariseos. Podemos concluir
que conocemos la mejor manera de agradar a Dios y
de provocarle la más gozosa alegría: cumplir la ley con
amor. No se contraponen. No se trata de elegir una
de las dos: o cumplo o amo. Mejor cumplir y
amar.
Propósito: Evitar los convencionalismos y responder, con generosidad, a las necesidades
de los demás.
Diálogo con Cristo: Señor, ¿seré fiel hoy a tu
llamada o como los fariseos rechazaré en la práctica tu
mensaje? Padre mío, ¡que nunca me canse de hacer el bien!
Hazme comprender que mi misión se resume en vivir tu
amor mediante la práctica auténtica y generosa de la caridad,
que mi tarea no es otra que la de predicar
y dar a conocer tu amor. Dame la fuerza para
empeñarme en esta tarea sin distraerme con otras cosas.
|
|
Ser coherentes con la fe que profesamos y sobre todo, vivir con amor.
ResponderEliminar