lunes, 7 de enero de 2013

Lecturas del Día Domingo, enero 6, 2013

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Primera lectura:
Del libro del profeta Isaías: 60, 1-6
Levántate y resplandece, Jerusalén, porque ha llegado tu luz y la gloria del Señor alborea sobre ti. Mira: las tinieblas cubren la tierra y espesa niebla envuelve a los pueblos; pero sobre ti resplandece el Señor y en ti se manifiesta su gloria. Caminarán los pueblos a tu luz y los reyes al resplandor de tu aurora.
Levanta los ojos y mira alrededor: todos se reúnen y vienen a ti; tus hijos llegan de lejos, a tus hijas las traen en brazos. Entonces verás esto radiante de alegría; tu corazón se alegrará, y se ensanchará, cuando se vuelquen sobre ti los tesoros del mar y te traigan las riquezas de los pueblos. Te inundará una multitud de camellos y dromedarios, procedentes de Madián y de Efá. Vendrán todos los de Sabá trayendo incienso y oro y proclamando las alabanzas del Señor.

Salmo responsorial:
Del salmo 71
Que te adoren, Señor, todos los pueblos.
Comunica, Señor, al rey tu juicio, y tu justicia al que es hijo de reyes; así tu siervo saldrá en defensa de tus pobres y regirá a tu pueblo justamente.
Florecerá en sus días la justicia y reinará la paz, era tras era. De mar a mar se extenderá su reino y de un extremo al otro de la tierra.
Los reyes de occidente y de las islas le ofrecerán sus dones. Ante él se postrarán todos los reyes y todas las naciones.
Al débil librará del poderoso y ayudará al que se encuentra sin amparo; se apiadará del desvalido y pobre y salvará la vida al desdichado.

Segunda lectura:
De la carta del apóstol san Pablo a los efesios: 3,2-3. 5-6
Hermanos: Han oído hablar de la distribución de la gracia de Dios, que se me ha confiado en favor de ustedes. Por revelación se me dio a conocer este misterio, que no había sido manifestado a los hombres en otros tiempos, pero que ha sido revelado ahora por el Espíritu a sus santos apóstoles y profetas: es decir, que por el Evangelio, también los paganos son coherederos de la misma herencia, miembros del mismo cuerpo y participes de la misma promesa en Jesucristo.

Evangelio:
Del santo Evangelio según san Mateo: 2, 1-12
Jesús nació en Belén de Judá, en tiempos del rey Herodes. Unos magos de oriente llegaron entonces a Jerusalén y preguntaron: "¿Dónde está el rey de los judíos que acaba de nacer? Porque vimos surgir su estrella y hemos venido a adorarlo".
Al enterarse de esto, el rey Herodes se sobresaltó toda Jerusalén con él. Convocó entonces a los sumos sacerdotes y a los escribas del pueblo y les preguntó dónde tenía que nacer el Mesías. Ellos le contestaron: "En Belén de Judá, porque así lo ha escrito el profeta: Y tú, Belén, tierra de Judá, no eres en manera alguna la menor entre las ciudades ilustres de Judá, pues de ti saldrá un jefe, que será el pastor de mi pueblo, Israel".
Entonces Herodes llamó en secreto a los magos, para que le precisaran el tiempo en que se les había aparecido la estrella y los mandó a Belén, diciéndoles: "Vayan a averiguar cuidadosamente que hay de ese niño y, cuando lo encuentren, avísenme para que yo también vaya a adorarlo".
Después de oír al rey, los magos se pusieron en camino, y de pronto la estrella que habían visto surgir, comenzó a guiarlos, hasta que se detuvo encima de donde estaba el niño. Al ver de nuevo la estrella, se llenaron de inmensa alegría. Entraron en la casa y vieron al niño con María, su madre, y postrándose, lo adoraron. Después, abriendo sus cofres, le ofrecieron regalos: oro, incienso y mirra. Advertidos durante el sueño de que no volvieran a Herodes, regresaron a su tierra por otro camino.
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1 comentario:

  1. El apóstol san Pablo se consideraba portavoz de una noticia importante. Su mirada creyente le permitía ver la vida y la historia desde la fe de sus antepasados. El Dios de Israel guiaba la historia humana en la dirección correcta. Israel no era un pueblo privilegiado, sino un aliado que tenía que corresponder a una misión concreta: vivir como comunidad alternativa, conformándose como un pueblo justo y fraterno que vivía la solidaridad y la compasión con los débiles. Viviendo de esa manera llegarían a ser portadores de la luz. Esa es la verdadera luz de la Nueva Jerusalén que profetiza Isaías. Para reanimar a sus contemporáneos a vivir conforme a los criterios y valores éticos contenidos en la ley de Moisés, había venido Jesús. Ese pequeño niño, reconocido como rey de los judíos, por unos magos de Oriente, cumpliría gustosamente su misión: viviendo como servidor de sus hermanos y no despóticamente como acostumbraban hacerlo Herodes y sus descendientes.

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