jueves, 10 de enero de 2013

Lecturas del Día Miércoles, enero 9, 2013

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Primera lectura: 
De la primera carta del apóstol san Juan: 4, 11-18
Queridos hijos: Si Dios nos ha amado tanto, también nosotros debemos amarnos los unos a los otros. A Dios nadie lo ha visto nunca; pero si nos amamos los unos a los otros, Dios permanece en nosotros y su amor en nosotros es perfecto.
En esto conocemos que permanecemos en Él, y Él en nosotros: en que nos ha dado su Espíritu. Nosotros hemos visto, y de ello damos testimonio, que el Padre envió a su Hijo como salvador del mundo. Quien confiesa que Jesús es Hijo de Dios, permanece en Dios y Dios en él.
Nosotros hemos conocido el amor que Dios nos tiene y hemos creído en ese amor. Dios es amor, y quien permanece en el amor permanece en Dios y Dios en él. En esto llega a la perfección el amor que Dios nos tiene: en que esperamos con tranquilidad el día del juicio, porque nosotros vivimos en este mundo en la misma forma que Jesucristo vivió.
En el amor no hay temor. Al contrario, el amor perfecto excluye el temor, porque el que teme, mira al castigo, y el que teme no ha alcanzado la perfección del amor.

Salmo responsorial: 
Del salmo 71
Que te adoren, Señor, todos los pueblos.
Comunica, Señor, al rey tu juicio, y tu justicia al que es hijo de reyes; así tu siervo saldrá en defensa de tus pobres y regirá a tu pueblo justamente.
Los reyes de occidente y de las islas le ofrecerán sus dones. Ante él se postraran todos los reyes y todas las naciones.
Al débil librará del poderoso y ayudará al que se encuentra sin amparo; se apiadará del desvalido y pobre y salvará la vida al desdichado.

Evangelio:
Del santo Evangelio según san Marcos: 6, 45-52
En aquel tiempo, después de la multiplicación de los panes, Jesús apremio a sus discípulos a que subieran a la barca y se dirigieran a Betsaida, mientras el despedía a la gente. Después de despedirlos, se retiró al monte a orar.
Entrada la noche, la barca estaba en medio del lago y Jesús, solo, en tierra. Viendo los trabajos con que avanzaban, pues el viento les era contrario, se dirigió a ellos caminando sobre el agua, poco antes del amanecer, y parecía que iba a pasar de largo.
Al verlo andar sobre el agua, ellos creyeron que era un fantasma y se pusieron a gritar, porque todos lo habían visto y estaban espantados. Pero Él les habló enseguida y les dijo: "!Ánimo¡ Soy yo; no teman". Subió a la barca con ellos y se calmó el viento. Todos estaban llenos de espanto y es que no habían entendido el episodio de los panes, pues tenían la mente embotada.
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1 comentario:

  1. El amor inmaduro experimenta celos y desconfianza. El amor maduro ha superado la ingenua visión del enamorado porque ha descubierto y aceptado de manera plena al amado. Lo que sucede en las relaciones interpersonales acontece también en el terreno de las experiencias de fe entre los creyentes y Dios. El Padre nos ama con amor maternal, nos aprecia sin condiciones ni intereses mezquinos. Por eso podemos hacer nuestra la confianza del salmista que "acalla y modera sus deseos como un niño en brazos de su madre". La narración del Evangelio de san Marcos puede ilustrarnos acerca de este asunto. Los discípulos se asustan ante la presencia inesperada de Jesús en medio del lago, porque imaginan de acuerdo a su visión estrecha y rudimentaria que la naturaleza puede interponerse como un obstáculo irremontable entre ellos y Jesús. Olvidaban sin duda, que el amor es más potente que las aguas encrespadas.

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