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Predicación y curación de enfermos |
Del Evangelio según san Marcos 3, 7-12
Jesús se retiró con
sus discípulos hacia el mar, y le siguió una gran
muchedumbre de Galilea. También de Judea, de Jerusalén, de Idumea,
del otro lado del Jordán, de los alrededores de Tiro
y Sidón, una gran muchedumbre, al oír lo que
hacía, acudió a él. Entonces, a causa de la multitud,
dijo a sus discípulos que le prepararan una pequeña barca,
para que no le aplastaran. Pues curó a muchos, de
suerte que cuantos padecían dolencias se le echaban encima para
tocarle. Y los espíritus inmundos, al verle, se arrojaban a
sus pies y gritaban: «Tú eres el Hijo de Dios».
Pero él les mandaba enérgicamente que no le descubrieran.
Oración introductoria: Señor
Jesús, yo también te estoy buscando, quiero tener un momento
de intimidad en la oración. Quiero dejarme conquistar por tu
amor, dame la luz para saber reconocer lo que me
puede apartar de que tu gracia.
Petición: Para ser digno de
tu amor, ven Espíritu Santo y haz tu morada en
mí.
Meditación del Papa: La otra indicación muy importante del pasaje
evangélico es que los Doce no pueden conformarse con predicar
la conversión: a la predicación se debe acompañar, según las
instrucciones y el ejemplo de Jesús, la curación de los
enfermos; curación corporal y espiritual. Habla de las sanaciones concretas
de las enfermedades, habla también de expulsar los demonios, o
sea, purificar la mente humana, limpiar, limpiar los ojos del
alma que están oscurecidos por las ideologías y por ello
no pueden ver a Dios, no pueden ver la verdad
y la justicia. Esta doble curación corporal y espiritual es
siempre el mandato de los discípulos de Cristo. Por lo
tanto la misión apostólica debe siempre comprender los dos aspectos
de predicación de la Palabra de Dios y de manifestación
de su bondad con gestos de caridad, de servicio y
de entrega. Queridos hermanos y hermanas: doy gracias a Dios
que me ha enviado hoy a re-anunciaros esta Palabra de
salvación. Una Palabra que está en la base de la
vida y de la acción de la Iglesia. (Benedicto XVI,
15 de julio de 2012).
Reflexión: Mirando alrededor en nuestro mundo, que
inicia un nuevo año, podríamos hacer una narración muy similar
a la que hace este Evangelio. Muchedumbres buscaban y
seguían a Jesús, le escuchaban y Él les curaba. Muchos se
dejan llevar por el pesimismo, y piensan que todo va
"de cabeza". Dirían que la vocación no entra en la
descripción de la situación actual. Están convencidos de que no
hay vocaciones, de que la juventud está extraviada sin remedio,
de que la práctica religiosa disminuye en todo el globo... Algo
de razón tendrán. Pero les falta abrir los ojos para
ver el otro lado de la moneda. Y contemplar los
países en las que el número de vocaciones aumenta, los
movimientos juveniles crecen con vigor y fuerza y donde los
fieles ya no caben en las iglesias. Sí. Los cristianos debemos
tener esta certeza: Cristo es realmente amado por millones y
millones. Muchedumbres que en todo el mundo, como en Galilea
hace dos mil años, le siguen y le escuchan. Podemos
sumarnos o sustraernos a esta realidad. Jesús, por su parte,
sigue curando y bendiciendo a los que le buscan.
Propósito: Visitar, lo
más pronto posible, a un amigo o familiar enfermo, buscando
acercarle a Cristo.
Diálogo con Cristo: Cristo, Tú ha sido, eres
y serás siempre la respuesta definitiva a los más profundos
anhelos y aspiraciones de felicidad, porque sólo Tú tienes palabras
de vida eterna, sólo Tú eres el Camino, la Verdad
y la Vida. Si realmente te conociera mi vida sería
diferente, para bien. Por eso te pido hoy, Jesús, que
no salga de esta oración sin ser profundamente tocado por
Ti, porque sólo si te llevo dentro, podré arrastrar a
otros hacia Ti.
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Jesús sigue curando y bendiciendo a los que le buscan.
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