viernes, 7 de septiembre de 2012

Lecturas del Día Viernes, septiembre 7, 2012

Primera Lectura:
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los corintios (4, 1-5)
Hermanos: Procuren que todos nos consideren como servidores de Cristo y administradores de los misterios de Dios.
Ahora bien, lo que se busca en un administrador es que sea fiel. Por eso, lo que menos me preocupa es que me juzguen ustedes o un tribunal humano; pues ni siquiera yo me juzgo a mí mismo. Es cierto que mi conciencia no me reprocha nada, pero no por eso he sido declarado inocente. El Señor es quien habrá de juzgarme. Por lo tanto, no juzguen antes de tiempo; esperen a que venga el Señor. Entonces Él sacará a la luz lo que está oculto en las tinieblas, pondrá al descubierto las intenciones del corazón y dará a cada uno la alabanza que merezca.

Salmo Responsorial:
Salmo 36
La salvación del justo es el Señor.
Pon tu esperanza en Dios, practica el bien y vivirás tranquilo en esta tierra. Busca en Él tu alegría y te dará el Señor cuanto deseas.
Pon tu vida en las manos del Señor, en Él confía, y hará que tu virtud y tus derechos brillen igual que el sol de mediodía.
Apártate del mal, practica el bien y tendrás una casa eternamente, porque al Señor le agrada lo que es justo y vela por sus fieles; en cambio, a los injustos los borrará de la tierra para siempre.
La salvación del justo es el Señor; en la tribulación Él es su amparo. A quien en El confía, Dios lo salva de los hombres malvados.

Evangelio:
Lectura del santo Evangelio según san Lucas (5, 33-39)
En aquel tiempo, los fariseos y los escribas le preguntaron a Jesús: "¿Por qué los discípulos de Juan ayunan con frecuencia y hacen oración, igual que los discípulos de los fariseos, y los tuyos, en cambio, comen y beben?".
Jesús les contestó: "¿Acaso pueden ustedes obligar a los invitados a una boda a que ayunen, mientras el esposo está con ellos? Vendrá un día en que les quiten al esposo, y entonces sí ayunarán".
Les dijo también una parábola: "Nadie rompe un vestido nuevo para remendar uno viejo, porque echa a perder el nuevo, y al vestido viejo no le queda el remiendo del nuevo. Nadie echa vino nuevo en odres viejos, porque el vino nuevo revienta los odres y entonces el vino se tira y los odres se echan a perder. El vino nuevo hay que echarlo en odres nuevos y así se conservan el vino y los odres. Y nadie, acabando de beber un vino añejo, acepta uno nuevo, pues dice: 'El añejo es mejor' ".

1 comentario:

  1. El apóstol san Pablo había desarrollado una genuina libertad interior. No andaba a la caza de los consensos públicos ni de las opiniones dominantes. Ejercía una reflexión constante y exigente, dejándose guiar por el designio del Señor. Procedía con rectitud siguiendo la voz de su conciencia, aunque mantenía un margen de duda en relación a sus propias decisiones. Era consciente de que los seres humanos somos autocomplacientes y hábiles para engañarnos. Por esa razón buscaba alcanzar una calificación favorable de parte de Dios y no de los hombres. El Evangelio de san Lucas registra una controversia entre Jesús y los letrados y fariseos a propósito de la conveniencia de practicar el ayuno. Para aquellos, era una manera óptima de expresar el arrepentimiento ante Dios; en cambio para el Señor Jesús, era una práctica obsoleta, que desentonaba con el mensaje de la compasión y la benevolencia divina que Él pregonaba. Los fariseos, se sentían intérpretes autorizados —como Jesús— de la voluntad de Dios. Atendiendo al criterio paulino, solamente Dios podría descubrir los motivos genuinos que inspiraban a unos a ayunar y a otros a participar en banquetes.

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