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La observancia del sábado |
Del santo Evangelio según san Lucas 6, 6-11
Un sábado,
entró Jesús en la sinagoga y se puso a enseñar.
Había allí un hombre que tenía la mano derecha seca.
Estaban al acecho los escribas y fariseos por si curaba
en sábado, para encontrar de qué acusarle. Pero Él, conociendo
sus pensamientos, dijo al hombre que tenía la mano seca:
Levántate y ponte ahí en medio. Él, levantándose, se puso
allí. Entonces Jesús les dijo: Yo os pregunto si
en sábado es lícito hacer el bien en vez de
hacer el mal, salvar una vida en vez de
destruirla. Y mirando a todos ellos, le dijo: Extiende tu
mano. Él lo hizo, y quedó restablecida su mano. Ellos
se ofuscaron, y deliberaban entre sí qué harían a Jesús.
Oración introductoria: Señor, sólo en la oración puedo encontrar el
sentido que debo dar a los sucesos de este día.
En la medida en que te ame y te escuche
en esta meditación, en esa medida podré transmitir tu amor
a los demás.
Petición: ¡Ven Espíritu Santo! Aumenta mi fe, mi
esperanza y mi caridad para que sea digno de poder
dialogar contigo en esta oración.
Meditación del Papa: «Que el sábado está
hecho para el hombre y no el hombre para el
sábado no es simplemente la expresión de una postura moderno
-liberal, como podríamos pensar a primera vista [...] Según el
“Hijo del hombre”, según el criterio de Jesús, el hombre
es libre y sabe usar rectamente el sábado como día
de la libertad a partir de Dios y para Dios.
"El Hijo del hombre es el señor del sábado": se
aprecia aquí toda la grandeza de la reivindicación de Jesús,
que interpreta la Ley con plena autoridad porque El mismo
es la Palabra originaria de Dios. Y se aprecia en
consecuencia qué tipo de nueva libertad le corresponde al hombre
en general: una libertad que nada tiene que ver con
la simple arbitrariedad. En las palabras sobre el sábado es
importante el enlace entre "hombre" e "Hijo del hombre"; vemos
cómo esta palabra, de por sí genérica, se convierte en
expresión de la dignidad especial de Jesús. (Joseph Ratzinger-Benedicto XVI,
Jesús de Nazaret, primera parte, p. 130.
Reflexión: Una de las
actitudes que Jesús rechaza con más fuerza es la hipocresía.
Es la actitud de la gente que quiere aparentar que
son buenos, inteligentes o rectos, para luego comportarse al contrario
de lo que profesan ser. Esta es la actitud de
los escribas en este Evangelio. Jesús llama al hombre enfermo
para hacer una obra buena en él. Los escribas quieren
acusarle por curar en sábado, que estaba prohibido por la
Ley de Moisés. Jesús les pregunta si es lícito o
no hacer el bien en sábado. Era obvia la respuesta,
pero por querer acusar a Jesús, callan. Como si no
supieran qué responder. Pero sí lo sabían, y aún así,
callaron para no tragarse sus propias palabras de prohibición de
la Ley. Para seguir aparentando que lo sabían todo, que
aplicaban la ley al pie de la letra, que eran
justos y no pecaban en su comportamiento. Pero sí pecaban
en su corazón, lleno de soberbia e hipocresía. Eso era
lo que más disgustaba a Jesús. Pero al mismo tiempo
era lo que le daba más tristeza. Porque Jesús vino
a salvar a todo el mundo. Tanto a los buenos
como a los malos. Pero necesita nuestra colaboración, que nuestro
corazón esté desprendido de nuestro egoísmo para que pueda acoger
los criterios de Cristo, que es el amor, la generosidad,
la donación personal, y sobretodo la humildad de corazón.
Propósito: No dudar
en ayudar a la persona más cercana a mi con
amor y generosidad.
Diálogo con Cristo: Jesucristo, Tú eres fuente
de la auténtica libertad, aquella que me puede llevar a
optar siempre por el mejor bien. Te pido que me
concedas la gracia de saber darte siempre el lugar que
te corresponde en mi vida, Tú eres mi mejor amigo
porque hasta has dado tu vida por mí, ¡ayúdame! Quiero
serte siempre fiel y corresponder plenamente a tu amor.
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Jesús vino a salvar a todo el mundo. Tanto a los buenos como a los malos.
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