jueves, 6 de septiembre de 2012

Lecturas del Día Miércoles, septiembre 5, 2012

Primera Lectura:
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los corintios (3, 1-9)
Hermanos: Anteriormente no pude hablarles como a hombres movidos por el Espíritu Santo, sino como a individuos sujetos a sus pasiones. Como a cristianos todavía niños, les di leche y no alimento sólido, pues entonces no lo podían soportar. Pero ni aun ahora pueden soportarlo, pues sus pasiones los siguen dominando. Porque, mientras haya entre ustedes envidias y discordias, ¿no es cierto que siguen sujetos a sus pasiones y viviendo en un nivel exclusivamente humano?
Cuando uno dice: "Yo soy de Pablo", "Yo soy de Apolo", ¿no proceden ustedes de un modo meramente humano? En realidad, ¿quién es Apolo y quién es Pablo? Solamente somos servidores, por medio de los cuales ustedes llegaron a la fe, y cada uno de nosotros hizo lo que el Señor le encomendó. Yo planté, Apolo regó, pero fue Dios quien hizo crecer. De modo que ni el que planta ni el que riega tienen importancia, sino sólo Dios, que es quien hace crecer. El que planta y el que riega trabajan para lo mismo, si bien cada uno recibirá el salario conforme a su propio trabajo. Así pues, nosotros somos colaboradores de Dios y ustedes son el campo de Dios, la casa que Dios edifica.

Salmo Responsorial:
Salmo 32
Dichoso el pueblo escogido por Dios.
Feliz la nación cuyo Dios es el Señor, dichoso el pueblo que escogió por suyo. Desde el cielo el Señor, atentamente, mira a todos los hombres.
Desde el lugar de su morada observa a todos los que habitan en el orbe. El formó el corazón de cada uno y entiende sus acciones.
En el Señor está nuestra esperanza, pues Él es nuestra ayuda y nuestro amparo; en el Señor se alegra el corazón y en Él hemos confiado.

Evangelio:
Lectura del santo Evangelio según san Lucas (4, 38-44)
En aquel tiempo, Jesús salió de la sinagoga y entró en la casa de Simón. La suegra de Simón estaba con fiebre muy alta y le pidieron a Jesús que hiciera algo por ella. Jesús, de pie junto a ella, mandó con energía a la fiebre, y la fiebre desapareció. Ella se levantó enseguida y se puso a servirles. Al meterse el sol, todos los que tenían enfermos se los llevaron a Jesús y Él, imponiendo las manos sobre cada uno, los fue curando de sus enfermedades. De muchos de ellos salían también demonios que gritaban: "¡Tú eres el Hijo de Dios!". Pero Él les ordenaba enérgicamente que se callaran, porque sabían que Él era el Mesías.
Al día siguiente se fue a un lugar solitario y la gente lo andaba buscando. Cuando lo encontraron, quisieron retenerlo, para que no se alejara de ellos; pero Él les dijo: "También tengo que anunciarles el Reino de Dios a las otras ciudades, pues para eso he sido enviado". Y se fue a predicar en las sinagogas de Judea.

1 comentario:

  1. La fama del Señor Jesús crecía entre los aldeanos de Galilea. La gente dejaba los caseríos animada por la esperanza de obtener alivio para sus penas y enfermedades. Jesús no ponía demasiadas trabas para atender a los necesitados. En cambio los sacerdotes en el templo seguían un protocolo riguroso que no cambiaba la suerte de los enfermos. Jesús era una alternativa incomparablemente superior. A nosotros, la fama y la popularidad suelen afectamos. Pero el Señor Jesús se mantuvo firme y no dejó que ninguna comunidad lo retuviera para rodearlo de elogios. El venía para servir y no para recibir honores. Cuando la comunidad cristiana de Corinto comenzó a fragmentarse discutiendo si era mayor la grandeza de Pedro, Pablo o Apolo, fue necesario cortar de tajo aquella confusión. Los apóstoles y evangelizadores son simples auxiliares que ponen en obra los dones y carismas que Dios les dio. No disponen de fuerza ni de poder propios para suscitar un cambio profundo en el corazón de los creyentes. Es Dios quien hace crecer su obra dentro de nuestro corazón.

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