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No hay nada oculto |
Del santo Evangelio según san Lucas 8, 16-18
En aquel tiempo,
dijo Jesús a la gente: Nadie enciende una lámpara y
la cubre con una vasija, o la pone debajo de
un lecho, sino que la pone sobre un candelero, para
que los que entren vean la luz. Pues nada hay
oculto que no quede manifiesto, y nada secreto que no
venga a ser conocido y descubierto. Mirad, pues, cómo oís;
porque al que tenga, se le dará; y al que
no tenga, aun lo que crea tener se le quitará.
Oración introductoria: Señor, yo creo, confío y te amo, pero
quisiera tener una fe más operante y luminosa que atraiga
a los demás. Por intercesión de María, espero que esta
oración aumente mi fe, mi esperanza y mi caridad, porque
te amo sobre todas las cosas.
Petición: Padre santo, dame la
generosidad para compartir con los demás, especialmente con mi familia,
la luz de tu Evangelio.
Meditación del Papa: Esta asamblea brilla en
los diversos sentidos de la palabra: en la claridad de
innumerables luces, en el esplendor de tantos jóvenes que creen
en Cristo. Una vela puede dar luz solamente si la
llama la consume. Sería inservible si su cera no alimentase
el fuego. Permitid que Cristo arda en vosotros, aun cuando
ello comporte a veces sacrificio y renuncia. No temáis perder
algo y quedaros al final, por así decirlo, con las
manos vacías. Tened la valentía de usar vuestros talentos y
dones al servicio del Reino de Dios y de entregaros
vosotros mismos, como la cera de la vela, para que
el Señor ilumine la oscuridad a través de vosotros. Tened
la osadía de ser santos brillantes, en cuyos ojos y
corazones reluzca el amor de Cristo, llevando así luz al
mundo. Confío que vosotros y tantos otros jóvenes aquí en
Alemania sean llamas de esperanza que no queden ocultas. "Vosotros
sois la luz del mundo". Dios es vuestro futuro. Amén.
Benedicto XVI, 24 de septiembre de 2011.
Reflexión: La sinceridad nos permite
ir con la cabeza bien alta, en todo momento. El
hombre sincero es la persona de una sola pieza, sin
dobleces, sin compartimentos secretos, sin engaños. Ser sincero no es nada
fácil, porque es más sencillo adaptarse a las circunstancias y
poner buena cara a todos que mantenerse fiel a la
palabra dada y a los principios adquiridos. Por ejemplo, el
que está convencido de que la vida humana constituye un
valor supremo y que no puede ser negociada por ninguna
ley ni ideología política puede ser tachado de "conservador", antiguo,
etc. Etiquetas incómodas, desde luego. Pero, ¿con quién prefiere quedar
bien? ¿Con unos hombres de ideas pasajeras, o con el
Dios eterno, creador de cuanto hay en el cielo y
en la tierra, con el que le ha dado la
vida y es su Señor? La sinceridad es una virtud que
debe forjarse cada día, en cada momento. No se consigue
de una vez para siempre, sino que hay que renovarla
en cada ocasión que se presente. ¿Soy sincero en esta
respuesta? ¿Soy coherente con mi fe ante esta situación? Es
preciso examinarse diariamente para ver cómo está nuestra conciencia. ¿Es
como una luz? ¿O debo esconderla de los demás, para
que no descubran cómo soy? Porque nada hay oculto que
no quede manifiesto. Algún día se revelará la verdad y
es mejor estar preparado desde ahora.
Propósito: No esconder ni auto-engañarme en
mi diario examen de conciencia, al no querer reconocer lo
malo que me apena y que, por eso, prefiero ignorar.
Reflexión apostólica: Dar con generosidad. Compartir lo bueno que tengo (material
y espiritual), con quien más lo necesita. No temer el
desgaste, no esperar recompensa inmediata, tomar conciencia de mi responsabilidad
como discípulo y misionero de Cristo. Señor, pongo a tu
cuidado estos propósitos para que sean una realidad en mi
vida cotidiana.
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Mi conciencia, ¿es como una luz o debo esconderla de los demás?
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