domingo, 9 de septiembre de 2012

Lecturas del Día Sábado, septiembre 8, 2012

Primera Lectura:
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los romanos (8, 28-30)
Hermanos: Ya sabemos que todo contribuye para bien de los que aman a Dios, de aquellos que han sido llamados por Él, según su designio salvador. En efecto, a quienes conoce de antemano, los predestina para que reproduzcan en sí mismos la imagen de su propio Hijo, a fin de que Él sea el primogénito entre muchos hermanos. A quienes predestina, los llama; a quienes llama, los justifica; y a quienes justifica, los glorifica.

Salmo Responsorial:
Salmo 12
Me llenaré de alegría en el Señor.
Confió, Señor, en tu lealtad, mi corazón se alegra con tu salvación.
Cantaré al Señor por el bien que me ha hecho, tocaré mi música en honor del Dios altísimo.
 
Evangelio:
Lectura del santo Evangelio según san Mateo (1, 18-23)
Cristo vino al mundo de la siguiente manera: Estando María, su madre, desposada con José, y antes de que vivieran juntos, sucedió que ella, por obra del Espíritu Santo, estaba esperando un hijo. José, su esposo, que era hombre justo, no queriendo ponerla en evidencia, pensó dejarla en secreto.
Mientras pensaba en estas cosas, un ángel del Señor le dijo en sueños: "José, hijo de David, no dudes en recibir en tu casa a María, tu esposa, porque ella ha concebido por obra del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo y tú le pondrás el nombre de Jesús, porque Él salvará a su pueblo de sus pecados".
Todo esto sucedió para que se cumpliera lo que había dicho el Señor por boca del profeta Isaías: He aquí que la virgen concebirá y dará a luz un hijo, a quien pondrán el nombre de Emmanuel, que quiere decir Dios-con-nosotros.

1 comentario:

  1. María, la Madre del Señor, fue una mujer sencilla y a la vez privilegiada. Atendía los quehaceres y oficios domésticos como todas las mujeres de Galilea; a la vez, fue una mujer excepcional en tanto que asumió una vocación singular: acoger en su seno la vida del pequeño Jesús, que sería el gran don de Dios para su pueblo Ella le enseñaría a vivir en obediencia a Dios, lo instruiría para vivir como lo que realmente era: el Hijo único y obediente del Señor. Desde esa espiritualidad tenemos que vivir sus seguidores. Así nos lo explica san Pablo en la carta a los Romanos. El cometido de la existencia cristiana está más que claro: se trata de reproducir en la propia vida los rasgos del Hijo de Dios. La comunidad creyente se concibe a sí misma como una hermandad que reproduce el perfil, las actitudes y las opciones de Jesús, entre los hermanos, siempre dispuestos a vivir una relación filial con el Padre.

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