viernes, 10 de agosto de 2012

Lecturas del Día Viernes, agosto 10, 2012

Primera Lectura:
Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a los corintios (9, 6-10)
Hermanos: Recuerden que el que poco siembra, cosecha poco, y el que mucho siembra, cosecha mucho. Cada cual dé lo que su corazón le diga y no de mala gana ni por compromiso, pues Dios ama al que da con alegría. Y poderoso es Dios para colmarlos de toda clase de favores, a fin de que, teniendo siempre todo lo necesario, puedan participar generosamente en toda obra buena. Como dice la Escritura: Repartió a manos llenas a los pobres; su justicia permanece eternamente.
Dios, que proporciona la semilla al sembrador y le da pan para comer, les proporcionará a ustedes una cosecha abundante y multiplicará los frutos de su justicia.

Salmo Responsorial:
Salmo 111
Dichoso el hombre honrado, que se compadece y presta.
Dichosos los que temen al Señor y aman de corazón sus mandamientos; poderosos serán sus descendientes. Dios bendice a los hijos de los buenos.
Quienes, compadecidos, prestan y llevan su negocio honradamente jamás se desviarán; vivirá su recuerdo para siempre.
No temerán malas noticias, puesto que en el Señor viven confiados. Firme está y sin temor su corazón, pues vencidos verán a sus contrarios.
Al pobre dan limosna, obran siempre conforme a la justicia; su frente se alzará llena de gloria.

Evangelio:
Lectura del santo Evangelio según san Juan (12, 24-26)
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: "Yo les aseguro que si el grano de trigo sembrado en la tierra no muere, queda infecundo; pero si muere, producirá mucho fruto. El que se ama a sí mismo, se pierde; el que se aborrece a sí mismo en este mundo, se asegura para la vida eterna.
El que quiera servirme, que me siga, para que donde yo esté, también esté mi servidor. El que me sirve será honrado por mi Padre".

1 comentario:

  1. La segunda carta de San Pablo a los corintios recoge la exhortación que san Pablo hiciera a aquella Iglesia para animarla a compartir generosamente sus bienes con los cristianos pobres de Judea El ideal cristiano en relación a los bienes, consiste en confiar en la bendición divina, esforzándose por trabajar para disponer de los bienes de forma suficiente y auxiliar solidariamente a quienes lo necesiten. Quien lea el fragmento del Evangelio de san Juan descubrirá una exigencia aún mayor, la de la entrega de la propia vida. Esta exhortación resalta el exhorto paradójico que sintetiza la vida cristiana: lo que humanamente se considera pérdida y ruina total no lo es en realidad. Quien voluntariamente entrega su vida, a pesar de no descubrir las evidencias palpables de su finura participación de la vida divina, hace el supremo acto de esperanza. Se asemeja a su Señor Jesús, que se entregó sin ver cumplidas las esperanzas en su existencia terrena, y Dios lo admitió en su amorosa compañía.

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