lunes, 6 de agosto de 2012

Lecturas del Día Lunes, agosto 6, 2012

Primera Lectura:
Lectura de la segunda carta del apóstol san Pedro (1, 16-19)
Hermanos: Cuando les anunciamos la venida gloriosa y llena de poder de nuestro Señor Jesucristo, no lo hicimos fundados en fábulas hechas con astucia, sino por haberlo visto con nuestros propios ojos en toda su grandeza. En efecto, Dios lo llenó de gloria y honor, cuando la sublime voz del Padre resonó sobre Él, diciendo: "Éste es mi Hijo amado, en quien yo me complazco". Y nosotros escuchamos esta voz, venida del cielo, mientras estábamos con el Señor en el monte santo.
Tenemos también la firmísima palabra de los profetas, a la que con toda razón ustedes consideran como una lámpara que ilumina en la oscuridad, hasta que despunte el día y el lucero de la mañana amanezca en los corazones de ustedes.

Salmo Responsorial:
Salmo 96
Reina el Señor, alégrese la tierra.
Reina el Señor, alégrese la tierra; cante de regocijo el mundo entero. Tinieblas y nubes rodean el trono del Señor que se asienta en la justicia y el derecho.
Los montes se derriten como cera ante el Señor de toda la tierra. Los cielos pregonan su justicia, su inmensa gloria ven todos los pueblos.
Tú, Señor altísimo, estás muy por encima de la tierra y mucho más en alto que los dioses.

Evangelio:
Lectura del santo Evangelio según san Marcos (9, 2-10)
En aquel tiempo, Jesús tomó aparte a Pedro, a Santiago y a Juan, subió con ellos a un monte alto y se transfiguró en su presencia. Sus vestiduras se pusieron esplendorosamente blancas, con una blancura que nadie puede lograr sobre la tierra. Después se les aparecieron Elías y Moisés, conversando con Jesús.
Entonces Pedro le dijo a Jesús: "Maestro, ¡qué a gusto estamos aquí! Hagamos tres chozas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías". En realidad no sabía lo que decía, porque estaban asustados.
Se formó entonces una nube, que los cubrió con su sombra, y de esta nube salió una voz que decía: "Éste es mi Hijo amado; escúchenlo".
En ese momento miraron alrededor y no vieron a nadie sino a Jesús, que estaba solo con ellos.
Cuando bajaban de la montaña, Jesús les mandó que no contaran a nadie lo que habían visto, hasta que el Hijo del hombre resucitara de entre los muertos. Ellos guardaron esto en secreto, pero discutían entre sí qué querría decir eso de "resucitar de entre los muertos".

1 comentario:

  1. El testimonio que recoge la Segunda carta de Pedro es directo y elocuente. Los discípulos preferidos de Jesús, entre los cuales se contaba el apóstol Pedro, tuvieron acceso a una manifestación gloriosa de su condición divina. El elemento central que destaca este pasaje es la invitación a escuchar al predilecto de Dios. En la perspectiva del autor, los cristianos atravesamos en las circunstancias históricas por una situación de oscuridad y necesitamos de la lámpara de la Palabra para orientarnos. Los discípulos que aparecen en el relato de la Transfiguración permanecieron un tanto confundidos sobre el verdadero alcance del anuncio de la futura resurrección del Señor. Cuando el acontecimiento pascual del Señor tuvo lugar, desvelaron sus dudas y reorientaron su existencia a partir de su encuentro decisivo con Jesús resucitado. Así como los discípulos escucharon al Hijo predilecto, tenemos que escuchar el testimonio de los profetas cristianos que nos proclaman el triunfo del Señor sobre la muerte.

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