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Escribas y fariseos hipócritas |
Del santo Evangelio según san Mateo 23, 23-26
En aquel
tiempo Jesús habló diciendo: «¡Ay de vosotros, escribas y
fariseos hipócritas, que pagáis el diezmo de la menta, del
aneto y del comino, y descuidáis lo más importante de
la Ley: la justicia, la misericordia y la fe! Esto
es lo que había que practicar, aunque sin descuidar aquello.
¡Guías ciegos, que coláis el mosquito y os tragáis el
camello! hipócritas, que purificáis por fuera la copa y el
plato, mientras por dentro están llenos de rapiña e intemperancia!
¡Fariseo ciego, purifica primero por dentro la copa, para que
también por fuera quede pura!
Oración introductoria: Oh, Espíritu Santo, Espíritu
de Verdad, limpia mi conciencia para que pueda convivir permanente
con tu gracia, te lo pido por intercesión de la
Inmaculada Virgen María que supo actuar siempre de cara a
la verdad.
Petición: Jesús, ayúdame a vivir según esta regla: «Es
bueno lo que me ayuda a cumplir la voluntad de
Dios, y malo lo que me estorba».
Meditación del Papa: Tomemos solamente
una de sus palabras-clave: la libertad. La experiencia de ser
amado hasta el fondo por Cristo le había abierto los
ojos sobre la verdad y sobre el camino de la
existencia humana; aquella experiencia lo abarcaba todo. San Pablo era
libre como hombre amado por Dios que, en virtud de
Dios, era capaz de amar juntamente con él. Este amor
es ahora la "ley" de su vida, y precisamente así
es la libertad de su vida. Habla y actúa movido
por la responsabilidad del amor. Libertad y responsabilidad están aquí
inseparablemente unidas. Por estar en la responsabilidad del amor, es
libre; por ser alguien que ama, vive totalmente en la
responsabilidad de este amor y no considera la libertad como
un pretexto para el arbitrio y el egoísmo. Con ese
mismo espíritu san Agustín formuló la frase que luego se
hizo famosa: "Dilige et quod vis fac", "Ama y haz
lo que quieras". Quien ama a Cristo como lo amaba
san Pablo, verdaderamente puede hacer lo que quiera, porque su
amor está unido a la voluntad de Cristo y, de
este modo, a la voluntad de Dios; porque su voluntad
está anclada en la verdad y porque su voluntad ya
no es simplemente su voluntad, arbitrio del yo autónomo, sino
que está integrada en la libertad de Dios y de
ella recibe el camino por recorrer. Benedicto XVI, 28 de
junio de 2008.
Reflexión: Las severas advertencias de Jesús contrastan con la
imagen que todos tenemos de Él. El buen pastor, el
que va en busca de los pecadores y cura enfermedades,
el que da el pan a los que tienen hambre,
el que no juzga sino que perdona, incluso a sus
enemigos y a los que le maltratan... ¿cómo es posible
que sea Él mismo el que se muestre inflexible y
hasta agresivo ante los fariseos y escribas? ¡Hasta cuándo he de
soportaros! Exclamó Jesús... y no es para menos. Porque cuando
juzgamos excesiva la reacción del maestro, ¿no será acaso porque
no tenemos en cuenta todo lo que Él ha hecho
por aquellos hombres? Sin embargo, su respuesta fue la incredulidad
más hiriente y ciega. Resistir a la gracia, al Amor,
quizás es el pecado más grande... A veces, nos salta la
tentación de juzgar también nosotros al Señor. No creemos que
lo que nos ocurre sea justo. Nos parece excesivo, insoportable
un problema, una enfermedad o la situación familiar de un
amigo. Culpamos a Dios de todo esto y le negamos
en nuestro interior porque Él no evitó tal circunstancia o
no escuchó nuestras oraciones. Quizás, si somos de verdad sinceros
con nosotros mismos, nos comportamos con la misma dureza con
la que creemos se comportó Jesús.
Propósito: Buscar «ser» más y mejor
persona, en vez de hacer cosas para «parecer» buen cristiano.
Diálogo con Cristo: Oh, Espíritu de santidad, ven y renueva
mi corazón en esta oración. Ven, Espíritu de amor, de
paz, y enséñame a ser auténtico y coherente con mi
fe para llegar a ser benevolente, lleno siempre de amor
y comprensión con todos, especialmente con los más cercanos. Ayúdame
a corresponderte con un amor fiel, verdadero y apasionado.
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Resistir a la gracia, al Amor, quizás es el pecado más grande.
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