miércoles, 25 de julio de 2012

Lecturas del Día Miércoles, julio 25, 2012

Primera Lectura:
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los corintios (4, 7-15)
Hermanos: Llevamos este tesoro en vasijas de barro, para que se vea que esta fuerza tan extraordinaria proviene de Dios y no de nosotros mismos. Por eso sufrimos toda clase de pruebas, pero no nos angustiamos. Nos abruman las preocupaciones, pero no nos desesperamos. Nos vemos perseguidos, pero no desamparados; derribados, pero no vencidos.
Llevamos siempre y por todas partes la muerte de Jesús en nuestro cuerpo, para que en este mismo cuerpo se manifieste también la vida de Jesús. Nuestra vida es un continuo estar expuestos a la muerte por causa de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestra carne mortal. De modo que la muerte actúa en nosotros, y en ustedes, la vida.
Y como poseemos el mismo espíritu de fe que se expresa en aquel texto de la Escritura: Creo, por eso hablo, también nosotros creemos y por eso hablamos, sabiendo que aquel que resucitó a Jesús nos resucitará también a nosotros con Jesús y nos colocará a su lado con ustedes. Y todo esto es para bien de ustedes de manera que, al extenderse la gracia a más y más personas, se multiplique la acción de gracias para gloria de Dios.

Salmo Responsorial:
Salmo 125
Entre gritos de júbilo cosecharán aquellos que siembran con dolor.
Cuando el Señor nos hizo volver del cautiverio, creíamos soñar; entonces no cesaba de reír nuestra boca, ni se cansaba entonces la lengua de cantar.
Aun los mismos paganos con asombro decían: "¡Grandes cosas ha hecho por ellos el Señor!". Y estábamos alegres, pues ha hecho grandes cosas por su pueblo el Señor.
Como cambian los ríos la suerte del desierto, cambia también ahora nuestra suerte, Señor, y entre gritos de júbilo cosecharán aquellos que siembran con dolor.
Al ir, iban llorando, cargando la semilla; al regresar, cantando vendrán con sus gavillas.

Evangelio:
Lectura del santo Evangelio según san Mateo (20, 20-28)
En aquel tiempo, se acercó a Jesús la madre de los hijos de Zebedeo, junto con ellos, y se postró para hacerle una petición. Él le preguntó: "¿Qué deseas?". Ella respondió: "Concédeme que estos dos hijos míos se sienten, uno a tu derecha y el otro a tu izquierda, en tu Reino". Pero Jesús replicó: "No saben ustedes lo que piden. ¿Podrán beber el cáliz que yo he de beber?". Ellos contestaron: "Sí podemos". Y Él les dijo: "Beberán mi cáliz; pero eso de sentarse a mi derecha o a mi izquierda no me toca a mí concederlo; es para quien mi Padre lo tiene reservado".
Al oír aquello, los otros diez discípulos se indignaron contra los dos hermanos. Pero Jesús los llamó y les dijo: "Ya saben que los jefes de los pueblos los tiranizan y que los grandes los oprimen. Que no sea así entre ustedes. El que quiera ser grande entre ustedes, que sea el que los sirva, y el que quiera ser primero, que sea su esclavo; así como el Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar la vida por la redención de todos".

1 comentario:

  1. San Pablo era un hombre hábil a la hora de argumentar las cuestiones más variadas de la fe cristiana. Sabía conciliar de manera original la realidad misteriosa de la vida cristiana con argumentos tomados de la Escritura o de la experiencia misionera de cada día. Sabía reconocer que la originalidad de la misión cristiana consistía en acoger con humildad la gracia de Cristo. El apóstol que redescubre su fragilidad, no se derrumba, antes bien, se anima a confiar más firmemente en la fuerza extraordinaria de Dios Esa intuición no había iluminado todavía a los llamados "hijos del trueno", Santiago y Juan, quienes aún aspiraban a conseguir los honores y el prestigio derivados de los cargos eminentes. Por esa razón el evangelista, de alguna manera los disculpa, presentando a la madre de los Zebedeos como la encargada de solicitar lugares de privilegio para sus hijos.

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