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Acumular riquezas en el cielo |
Del santo Evangelio según san Mateo 6, 19-23
No acumuléis
riquezas en este mundo; las riquezas de este mundo se
apolillan y se echan a perder y los ladrones entran
y las roban. Más bien acumulad riquezas en el cielo,
donde Pues donde tengas tus riquezas, allí tendrás también
el corazón. Los ojos son la luz del cuerpo. Si
tus ojos son limpios, todo tú serás luminoso; pero, si
en tus ojos hay maldad, todo tú serás oscuridad. Y
si lo que en ti debería ser luz no es
más que oscuridad, ¡qué negra será tu propia oscuridad!
Oración introductoria: Ven,
Espíritu Santo, llena mi corazón con el fuego de tu
amor para que esta oración me ayude a desprenderme de
mí mismo, a desapegarme de todo lo material, y a
considerar todo como basura y pérdida con tal de ganarte
a Ti.
Petición: Jesús, dame un corazón pobre y libre de
egoísmo para que puedas reinar en mí.
Meditación del Papa: Evangelio no
es solamente una comunicación de cosas que se pueden saber,
sino una comunicación que comporta hechos y cambia la vida.
La puerta oscura del tiempo, del futuro, ha sido abierta
de par en par. Quien tiene esperanza vive de otra
manera; se le ha dado una "vida nueva". Abraham se
adentra con corazón confiado en la esperanza que Dios le
abre: la promesa de una tierra y de una "descendencia
numerosa", y sale "sin saber a dónde iba", confiando sólo
en Dios. Y Jesús en el Evangelio de hoy —mediante
tres parábolas- ilustra cómo la espera del cumplimiento de la
"bienaventurada esperanza", su venida, debe impulsar todavía más a una
vida intensa, llena de obras buenas: "Vended vuestros bienes y
dad limosna. Haceos bolsas que no se deterioran, un tesoro
inagotable en los cielos, donde no llega el ladrón, ni
la polilla". Se trata de una invitación a usar las
cosas sin egoísmo, sin sed de posesión o de dominio,
sino según la lógica de Dios, la lógica de la
atención a los demás, la lógica del amor: como escribe
sintéticamente Romano Guardini, "en la forma de una relación: a
partir de Dios, con vistas a Dios" Benedicto XVI, 8
de agosto de 2010.
Reflexión: En este pasaje evangélico, Jesús quiere enseñarnos
la manera de cómo debemos actuar en este mundo para
ganarnos el cielo, que es con obras que produzcan buen
fruto y también purificando nuestro corazón para amarle a Él
en vez del mundo y sus placeres. Las cosas que hagamos
en esta tierra deben estar hechas según Dios, siguiendo sus
designios y quereres. No es lo mismo hacer una gran
obra de caridad o un muy buen servicio a alguien
con el mero objeto de aparecer como el hombre más
caritativo o servicial ante los demás, a realizar estos mismos
actos con la intención de ser visto sólo por Dios
sin querer recibir alabanzas o elogios de parte de los
hombres sino con la actitud de darle gloria y agradarle
con esas acciones. La pureza de intención es necesaria para que
nuestras obras tengan valor ante los ojos de Dios. Y
Él nos dará nuestro justo pago por esas buenas acciones.
Nada de lo que hagamos quedará sin recompensa. Sea bueno
o malo. Y esa recompensa la recibiremos sea aquí en
la tierra o en el cielo. Para obrar así se requiere
que nuestro corazón esté atento a las oportunidades que se
nos presentan. Es verdad lo que Cristo dice acerca del
corazón. Por ejemplo, está el testimonio de muchos santos que
pusieron todo su corazón en los bienes del cielo y
obraron de acuerdo a ello. Porque el cielo y Dios
era su tesoro. Y así ganaron la eterna compañía de
Dios porque toda su persona y su corazón estaban fijos
en el cielo. Purifiquemos, pues, nuestro corazón para que Cristo sea
nuestro único tesoro por el cual lo demos todo.
Propósito: Esta semana
daré ese donativo que he venido posponiendo y del que
no he querido desprenderme.
Diálogo con Cristo: Señor Jesús, si no
soy generoso en el apostolado, en la donación de mi
tiempo y en el servicio desinteresado a los demás y
a la Iglesia, es porque no te he dado el
lugar que te corresponde en mi vida. No he sido
dócil a tus inspiraciones ni he sabido aprovechar tu gracia.
Pero hoy es un nuevo día, una nueva oportunidad, para
dejar todas las ataduras atrás y con gran confianza y
alegría crecer en el amor.
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Cristo sea nuestro único tesoro por el cual lo demos todo.
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