viernes, 15 de junio de 2012

Lecturas del Día Viernes, junio 15, 2012

Primera Lectura:
Lectura del libro del profeta Oseas (11, 1. 3-4. 8-9)
"Cuando Israel era niño, yo lo ame, y de Egipto llame a mi hijo, dice el Señor. Yo fui quien enseño a andar a Efraín; yo, quien lo llevaba en brazos; pero no comprendieron que yo cuidaba de ellos. Yo los atraía hacia mí con los lazos del cariño, con las cadenas del amor. Yo fui para ellos como un padre que estrecha a su creatura y se inclina hacia ella para darle de comer.
Mi corazón se conmueve dentro de mí y se inflama toda mi compasión. No cederé al ardor de mi cólera, no volveré a destruir a Efraín, pues yo soy Dios y no hombre, Santo en medio de ti y no enemigo a la puerta".

Salmo Responsorial:
Isaías 12
El Señor es mi Dios y mi Salvador.
El Señor es mi Dios y Salvador, con Él estoy seguro y nada temo. El Señor es mi protección y mi fuerza, y ha sido mi salvación. Sacarán agua con gozo de la fuente de la salvación.
Den gracias al Señor, invoquen su nombre, cuenten a los pueblos sus hazañas, proclamen que su nombre es sublime.
Alaben al Señor por sus proezas, anúncienlas a toda la tierra. Griten, jubilosos, habitantes de Sion, porque el Dios de Israel ha sido grande con ustedes.

Segunda Lectura:
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Efesios (3, 8-12. 14-19)
Hermanos: A mí, el más insignificante de todos los fieles, se me ha dado la gracia de anunciar a los paganos la incalculable riqueza que hay en Cristo, y dar a conocer a todos como va cumpliéndose este designio de salvación, oculto desde el principio de los siglos en Dios, creador de todo. Él lo dispuso así, para que la multiforme sabiduría de Dios, sea dada a conocer ahora, por medio de la Iglesia, a los espíritus celestiales, según el designio eterno realizado en Cristo Jesús, nuestro Señor, por quien podemos acercarnos libre y confiadamente a Dios, por medio de la fe en Cristo.
Me arrodillo ante el Padre, de quien precede toda paternidad en el cielo y en la tierra, para que, conforme a los tesoros de su bondad, les conceda que su Espíritu los fortalezca interiormente y que Cristo habite por la fe en sus corazones. Así, arraigados y cimentados en el amor, podrán comprender con todo el pueblo de Dios, la anchura y la longitud, la altura y la profundidad del amor de Cristo, y experimentar ese amor que sobrepasa todo conocimiento humano, para que así queden ustedes colmados con la plenitud misma de Dios.

Evangelio:
Lectura del santo Evangelio según san Juan (19, 31-37)
Como era el día de la preparación de la Pascua, para que los cuerpos de los ajusticiados no se quedaran en la cruz el sábado, porque aquel sábado era un día muy solemne, los judíos pidieron a Pilato que les quebraran las piernas y los quitaran de la cruz.
Fueron los soldados, le quebraron las piernas a uno y luego al otro de los que habían sido crucificados con Jesús. Pero al llegar a Él, viendo que ya había muerto, no le quebraron las piernas, sino que uno de los soldados le traspaso el costado con una lanza e inmediatamente salió sangre y agua.
El que vio da testimonio de esto y su testimonio es verdadero y él sabe que dice la verdad, para que también ustedes crean. Esto sucedió para que se cumpliera lo que dice la Escritura: No le quebraran ningún hueso; y en otro lugar la Escritura dice: Mirarán al que traspasaron.

1 comentario:

  1. El tono amoroso está presente en las tres lecturas. El profeta Oseas presta su voz al Señor que recuerda la cariñosa cercanía y el amor intenso con que amo a su pueblo Israel desde el primer día. A pesar de las infidelidades y revueltas del pueblo, Dios no dejo, como hacemos los mortales, que la cólera y el resentimiento, enturbiaran su corazón. De ese Dios compasivo es testigo Jesús, quien al entregar su vida, la ofrenda hasta la última gota con su costado traspasado por la lanza. Ese amor largo, ancho y profundo es el que testimonia y predica san Pablo. Si los cristianos estamos cimentados en la fuerza del amor de Dios, podremos vivir fortalecidos interiormente para realizar nuestras tareas y responsabilidades personales. El amor de Dios transforma desde lo profundo nuestra mezquindad.

    ResponderEliminar