sábado, 23 de junio de 2012

Lecturas del Día Viernes, junio 22, 2012

Primera Lectura:
Lectura del segundo libro de los Reyes (11,1-4. 9-18. 20)
Por aquel entonces, Atalía, madre del rey Ocozías, viendo que había muerto su hijo, decidió exterminar a toda la familia real. Pero Yehosebá, hija del rey Joram y hermana de Ocozías, tomó a su sobrino Joás y lo sacó a escondidas de entre los hijos del rey, cuando los estaban asesinando, para ocultarlo de Atalía. Escondió al niño y a su nodriza, y así el niño pudo escapar de la muerte. Seis años estuvo oculto con ella en el templo del Señor, y entre tanto Atalía reino en el país.
El año séptimo, el sacerdote Yehoyadá mandó llamar a los oficiales del ejército y a los soldados de estos, los introdujo en el templo del Señor, les mostro al hijo del rey e hizo con ellos un pacto con juramento, de cuidar al hijo del rey.
Los oficiales cumplieron el pacto que habían hecho con el sacerdote Yehoyadá. Cada cual se puso al frente de sus hombres, que entraban de guardia el sábado o terminaban su guardia el sábado, y se presentaron ante el sacerdote Yehoyadá. Este les entrego las lanzas y los escudos del rey David, que estaban en el templo del Señor. Cuando los soldados de la guardia, con las armas en la mano, se pusieron en fila desde el lado sur hasta el lado norte del templo, rodeando el altar, Yehoyadá saco al hijo del rey, le puso la diadema y las insignias reales y lo ungió. Entonces todos aplaudieron y gritaron: "¡Viva el rey!".
Cuando Atalía escucho el clamor popular, fue al templo del Señor, donde estaba reunida la gente. Entonces vio al rey, que estaba de pie sobre el estrado, según la costumbre, a los oficiales del ejército y a los heraldos en torno al rey, y a todo el pueblo que daba muestras de gran alegría, mientras sonaban las trompetas. Entonces Atalía rasgo sus vestiduras y grito: "¡Traición, traición!".
El sacerdote Yehoyadá dio esta orden a los oficiales: "Sáquenla del templo y maten al que la siga". El sacerdote les había dicho: "No podemos matarla en el templo del Señor". Así pues, los guardias la llevaron hasta el palacio real y le dieron muerte en la puerta de los caballos.
Entonces el sacerdote Yehoyadá renovó la alianza entre el Señor, el rey y el pueblo, por la cual ellos serían el pueblo del Señor.
Todo el pueblo penetro en el templo de Baal y lo destrozaron; destruyeron completamente el altar y sus estatuas, y a Matán, sacerdote de Baal, le dieron muerte delante del altar.
El sacerdote Yehoyadá puso centinelas en el templo del Señor. Todo el pueblo se llenó de alegría y la ciudad quedo tranquila. Atalía había sido muerta en el palacio real.

Salmo Responsorial:
Salmo 131
Dios le dará el trono de su padre David.
Dios prometió a David -y el Señor no revoca sus promesas-: "Pondré sobre tu trono a uno de tu propia descendencia.
Si tus hijos son fieles a mi alianza y cumplen los mandatos que yo enseñe, también ocuparan sus hijos tu trono para siempre".
Esto es así, porque el Señor ha elegido a Sión como morada: "Aquí está mi reposo para siempre; porque así me agradó, será mi casa.
Aquí haré renacer el poder de David y encenderé una lámpara a mi ungido; pondré sobre su frente mi diadema, ignominia daré a sus enemigos".

Evangelio:
Lectura del santo Evangelio según san Mateo (6, 19-23)
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: "No acumulen ustedes tesoros en la tierra, donde la polilla y el moho los destruyen, donde los ladrones perforan las paredes y se los roban. Más bien acumulen tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el moho los destruyen, ni hay ladrones que perforen las paredes y se los roben; porque donde está tu tesoro, ahí también está tu corazón.
Tus ojos son la luz de tu cuerpo; de manera que, si tus ojos están sanos, todo tu cuerpo tendrá luz. Pero si tus ojos están enfermos, todo tu cuerpo tendrá oscuridad. Y si lo que en ti debería ser luz, no es más que oscuridad, ¡que negra no será tu propia oscuridad!".

1 comentario:

  1. El reino de Judá estuvo en riesgo de ser arrebatado por Atalía, hija de Jezabel, para ser anexado al reino fenicio. Atalía no vacilo en desaparecer a buena parte de los hijos del rey. La decisión de una mujer israelita y del sacerdote Yehoyadá puso freno a sus planes. Con el apoyo del pueblo lograron recuperar el trono para un descendiente de David. El episodio revela los despropósitos que el afán de poder y las riquezas provoca en algunas personas. El Sermón de la Montana nos aclara la cuestión: el corazón humano termina siendo poseído por las riquezas. Quien deja que su interior se materialice solamente buscará multiplicar sus bienes y terminara siendo insensible a las necesidades ajenas. El dilema es crudo y realista: la disputa por el corazón humano se define entre la confianza en Dios y la codicia desmedida por el dinero.

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