miércoles, 9 de mayo de 2012

Lecturas del Día Miércoles, mayo 9, 2012

Primera Lectura:
Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles (15, 1-6)
En aquellos días, vinieron de Judea a Antioquia algunos discípulos y se pusieron a enseñar a los hermanos que si no se circuncidaban conforme a la ley de Moisés, no podrían salvarse.
Esto provocó un altercado y una violenta discusión con Pablo y Bernabé; al fin se decidió que Pablo, Bernabé y algunos más fueran a Jerusalén para tratar el asunto con los apóstoles y los presbíteros. La comunidad cristiana los proveyó para el viaje, y ellos atravesaron Fenicia y Samaria, contando a los hermanos cómo se convertían los paganos, y los llenaban de gozo con esta noticia.
Al llegar a Jerusalén, fueron recibidos por la comunidad cristiana, los apóstoles y los presbíteros, y ellos refirieron todo cuanto Dios había hecho por su medio. Pero algunos de los fariseos convertidos intervinieron, diciendo: “Hay que circuncidar a los paganos y exigirles que cumplan la ley de Moisés”.
Entonces se reunieron los apóstoles y los presbíteros para examinar el asunto.

Salmo Responsorial:
Salmo 121
Vayamos con alegría al encuentro del Señor. Aleluya.
¡Qué alegría sentí, cuando me dijeron: “Vayamos a la casa del Señor”! y hoy estamos aquí, Jerusalén, jubilosos, delante de tus puertas.
A ti, Jerusalén, suben las tribus, las tribus del Señor, según lo que a Israel se le ha ordenado, para alabar el nombre del Señor.
Por el amor que tengo a mis hermanos, voy a decir: “La paz este contigo”. Y por la casa del Señor, mi Dios, pediré para ti todos los bienes.

Evangelio:
Lectura del santo Evangelio según san Juan (15, 1-8)
En aquel tiempo Jesús dijo a sus discípulos: “Yo soy la verdadera vid y mi Padre es el viñador. Al sarmiento que no da fruto en mí, él lo arranca, y al que da fruto lo poda para que dé más fruto.
Ustedes ya están purificados por las palabras que les he dicho. Permanezcan en mí y yo en ustedes. Como el sarmiento no puede dar fruto por si mismo, si no permanece en la Vid, así tampoco ustedes, si no permanecen mí. Yo soy la vid, ustedes los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él ése da fruto abundante, porque sin mí nada pueden hacer. Al que no permanece en mí se le hecha fuera, como al sarmiento, y se seca; luego lo recogen, lo arrojan al fuego y arde.
Si permanecen en mí y mis palabras permanecen en ustedes, pidan lo que quieran y se les concederá. La gloria de mi Padre consiste en que den mucho fruto y se manifiesten así como discípulos”.

1 comentario:

  1. El problema pastoral que enfrentaron las comunidades cristianas de origen judío no era un asunto menor. No era una simple cuestión de estrategias, sino un asunto de fondo. El dilema se puede plantear de manera sencilla: ¿Puede el ser humano salvarse con base en el cumplimiento de las obras de la ley de Moisés o recibe la salvación por medio de la fe en Jesús? ¿Se trata de privilegiar el esfuerzo humano o de acoger el don divino? Con un lenguaje figurado responde al Señor Jesús a esta pregunta en el Evangelio, hablando de sarmientos que reciben toda la savia de la vid. El creyente no produce frutos, sino en la medida en que acoge la gracia de Jesucristo. La salvación no es una obra autógena. El dinamismo que desarticula nuestro egoísmo y nos permite ser y vivir para los demás, proviene del labrador, es decir, del Padre que cultiva su viña selecta.

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