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Los discípulos amigos de Jesús |
Del santo Evangelio según san Juan 15, 12-17
En aquel
tiempo dijo Jesús a sus discípulos: Este es el mandamiento
mío: que os améis los unos a los otros como
yo os he amado. Nadie tiene mayor amor que el
que da su vida por sus amigos. Vosotros sois mis
amigos, si hacéis lo que yo os mando. No os
llamo ya siervos, porque el siervo no sabe lo que
hace su amo; a vosotros os he llamado amigos, porque
todo lo que he oído a mi Padre os lo
he dado a conocer. No me habéis elegido vosotros a
mí, sino que yo os he elegido a vosotros, y
os he destinado para que vayáis y deis fruto, y
que vuestro fruto permanezca; de modo que todo lo que
pidáis al Padre en mi nombre os lo conceda. Lo
que os mando es que os améis los unos a
los otros.
Oración introductoria: Gracias, Jesús, por darme tu amor y
amistad. Me pongo hoy ante tu presencia suplicándote humildemente que
abras mi mente, mi voluntad y mi corazón, para dejar
que la luz de tu Espíritu Santo ilumine mi oración.
Petición: Señor,
hazme capaz de salir de mí mismo para crecer en
el amor a Ti y a los demás.
Meditación del
Papa: La amistad es una comunión en el pensamiento y el
deseo. El Señor nos dice lo mismo con gran insistencia:
"Conozco a los míos y los míos me conocen". El
Pastor llama a los suyos por su nombre. Él me
conoce por mi nombre. No soy un ser anónimo cualquiera
en la inmensidad del universo. Me conoce de manera totalmente
personal. Y yo, ¿le conozco a Él? La amistad que
Él me ofrece sólo puede significar que también yo trate
siempre de conocerle mejor; que yo, en la Escritura, en
los Sacramentos, en el encuentro de la oración, en la
comunión de los Santos, en las personas que se acercan
a mí y que Él me envía, me esfuerce siempre
en conocerle cada vez más. La amistad no es solamente
conocimiento, es sobre todo comunión del deseo. Significa que mi
voluntad crece hacia el "sí" de la adhesión a la
suya. En efecto, su voluntad no es para mí una
voluntad externa y extraña, a la que me doblego más
o menos de buena gana. No, en la amistad mi
voluntad se une a la suya a medida que va
creciendo; su voluntad se convierte en la mía, y justo
así llego a ser yo mismo. Además de la comunión
de pensamiento y voluntad, el Señor menciona un tercer elemento
nuevo: Él da su vida por nosotros. Benedicto XVI, 29
de junio de 2011.
Reflexión: De este Evangelio se pueden sacar
muchas enseñanzas. Una es el verdadero amor. Otra, lo que
es el verdadero amigo. Pero nos centraremos en lo que
es la tarjeta de presentación de todo seguidor de Jesucristo,
que somos todos los que creemos en él, y es
el mandamiento de Jesús de amarnos los unos a los
otros. ¿Qué implica esto? No es solamente una simple frase
piadosa que se escucha cada domingo desde los púlpitos de
las iglesias. Es el compromiso de todo cristiano. Implica salir
de nuestro pequeño mundo, llámese trabajo, estudios, cosas personales, placeres,
gustos, para fijarnos en las necesidades de nuestro prójimo. ¿Y
quién es nuestro prójimo? Es el trabajador enfermo de nuestra
compañía, es la humilde muchacha que hace la limpieza de
la casa todos los días, es el cocinero que prepara
nuestra comida, es la viejecita sentada fuera de la Iglesia
que lo único que tiene para taparse del frío de
la noche es su roído chal, son nuestros familiares y
demás personas con quien tratamos. Y Cristo nos llama a
amarlos desinteresadamente, no para ser vistos por las personas que
nos rodean y que digan "Ah, qué bueno es fulano
o fulana..." sino para cumplir con nuestro deber aquí en
la tierra. ¿Y qué es amarlos? Es ayudarles en sus
necesidades básicas, darles educación, casa, alimento, vestido, paciencia, cariño, comprensión.
Recordemos que al final de nuestra vida lo único que
contará será lo que hayamos hecho por Dios y por
nuestros hermanos los hombres.
Propósito: Dar prioridad a mi amistad con Cristo
para, con su gracia, poder vivir para los demás.
Diálogo con
Cristo: Señor, ayúdame siempre a conocerte mejor. Ayúdame a estar cada
vez más unido a tu voluntad. Ayúdame a vivir mi
vida, no para mí mismo, sino junto a Ti, para
los otros. Ayúdame a ser cada vez más tu amigo,
al pensar como Tú, al hablar como Tú y, sobre
todo, al amar como Tú.
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Al final de nuestra vida lo único que contará será lo que hayamos hecho por Dios y por nuestros hermanos.
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