jueves, 3 de mayo de 2012

Lecturas del Día Jueves, mayo 3, 2012

Primera Lectura:
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los filipenses (2, 6-11)
Cristo Jesús, siendo Dios, no considero que debía aferrarse a las prerrogativas de su condición divina, sino que, por el contrario, se anonadó a sí mismo tomando la condición de siervo, y se hizo semejante a los hombres.
Así, hecho unos de ellos, se humillo a sí mismo y por obediencia acepto incluso la muerte, y una muerte de Cruz.
Por eso Dios lo exalto sobre todas las cosas y le otorgó el nombre que está sobre todo nombre, para que, al nombre de Jesús, todos doblen las rodillas en el cielo, en la tierra y en los abismos, y todos reconozcan públicamente que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre.

Salmo Responsorial:
Salmo 77
No olvidemos las hazañas del Señor.
Escucha, pueblo mío, mi enseñanza; presten oído a las palabras de mi boca. Abriré mi boca y les hablare en parábolas; anunciare lo que estaba oculto desde la creación del mundo.
Cuando Dios los hacia morir, lo buscaban y madrugaban para volverse hacia Él. Se acordaban de que Dios era su auxilio; el Dios altísimo, su redentor.
Lo adulaban con su boca, le mentían con su lengua; su corazón no era sincero con Él ni eran fieles a su alianza.
Pero Él sentía lastima de ellos, les perdonaba su culpa y no los destruía. Muchas veces dominó su ira y apago el furor de su cólera.

Evangelio:
Lectura del santo Evangelio según san Juan (3, 13-17)
En aquel tiempo, Jesús dijo a Nicodemo: “Nadie ha subido al cielo sino el Hijo del hombre, que bajo del cielo y esta en el cielo. Así como Moisés levanto la serpiente en el desierto, así tiene que ser levantado el Hijo del hombre, para que todo el que crea en Él tenga vida eterna.
Porque tanto amó Dios al mundo, que le entrego a su Hijo único, para que todo que crea en Él no perezca, si no que tenga vida eterna. Por que Dios no envió a su Hijo para condenar al mundo, si no para que el mundo se salvara por Él”

1 comentario:

  1. Las dimensiones alto y bajo, arriba y abajo estructuran estas dos secciones. El himno de la carta a los filipenses comparte con el Evangelio de san Juan la misma disposición y perspectiva: la del descanso y el abajamiento de Jesús. Él no se aferró a su condición divina, si no que asumió nuestra condición mortal y acato sin cuarteaduras la voluntad del padre. Por eso mismo el cuarto Evangelio lo acredita como testigo creíble del Señor. Jesús tiene la vivencia profunda del amor del Padre y por lo mismo, nos ama tanto como Él. Su mensaje y su enseñanza no se derivan de libreto alguno, si no que brotan de la íntima comunión con su Padre. La credencial que nos acredita como sus enviados no será otra que la vivencia del amor de Dios.

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