miércoles, 18 de abril de 2012

Lecturas del Día Miércoles, abril 18, 2012

Primera Lectura:
Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles (5, 17-26)
En aquellos días, el sumo sacerdote y los de su partido, que eran los saduceos, llenos de ira contra los apóstoles, los mandaron aprehender y los metieron en la cárcel. Pero durante la noche, un ángel del Señor les abrió las puertas, los sacó de ahí y les dijo: "Vayan al templo y pónganse a enseñar al pueblo todo lo referente a esta nueva vida". Para obedecer la orden, se fueron de madrugada al templo y ahí se pusieron a enseñar.
Cuando llegó el sumo sacerdote con los de su partido convocaron al sanedrín, es decir, a todo el senado de los hijos de Israel, y mandaron traer de la cárcel a los presos. Al llegar los guardias a la cárcel, no los hallaron y regresaron a informar: "Encontramos la cárcel bien cerrada y a los centinelas en sus puestos, pero al abrir no encontramos a nadie adentro".
Al oír estas palabras, el jefe de la guardia del templo y los sumos sacerdotes se quedaron sin saber qué pensar; pero en ese momento llegó uno y les dijo: "Los hombres que habían metido en la cárcel están en el templo, enseñando al pueblo".
Entonces el jefe de la guardia, con sus hombres, trajo a los apóstoles, pero sin violencia, porque temían ser apedreados por el pueblo.

Salmo Responsorial:
Salmo 33
Haz la prueba y verás qué bueno es el Señor. Aleluya.
Bendeciré al Señor a todas horas, no cesará mi boca de alabarlo. Yo me siento orgulloso del Señor, que se alegre su pueblo al escucharlo.
Proclamemos la grandeza del Señor y alabemos todos juntos su poder. Cuando acudí al Señor, me hizo caso y me libró de todos mis temores.
Confía en el Señor y saltarás de gusto, jamás te sentirás decepcionado, porque el Señor escucha el clamor de los pobres y los libra de todas sus angustias.
Junto a aquellos que temen al Señor el ángel del Señor acampa y los protege. Haz la prueba y verás qué bueno es el Señor. Dichoso el hombre que se refugia en Él.

Evangelio:
Lectura del santo Evangelio según san Juan (3, 16-21)
"Tanto amó Dios al mundo, que le entregó a su Hijo único, para que todo el que crea en Él no perezca, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo para condenar al mundo, sino para que el mundo se salvara por El. El que cree en El no será condenado; pero el que no cree ya está condenado, por no haber creído en el Hijo único de Dios.
La causa de la condenación es ésta: habiendo venido la luz al mundo, los hombres prefirieron las tinieblas a la luz, porque sus obras eran malas. Todo aquel que hace el mal, aborrece la luz y no se acerca a ella, para que sus obras no se descubran. En cambio, el que obra el bien conforme a la verdad, se acerca a la luz, para que se vea que sus obras están hechas según Dios".

1 comentario:

  1. La comparecencia de los apóstoles ante los jefes de los sacerdotes se desarrolló en un clima por demás tenso y difícil. Cada uno se mantenía en su posición. Los dirigentes dispuestos a proscribir de una vez por siempre el nombre y la fama de Jesús. Los discípulos provistos de una osadía inexplicable persistían en su determinación de enseñar todo lo relativo a Jesús. A los ojos de algún observador parecería una correlación de fuerzas tan desbalanceada, que terminaría por aplastar a aquel puñado de galileos. No era una lucha por, el poder. Los primeros cristianos no pretendían, ni buscaban poder alguno. Sabían que disponían de la asistencia suficiente de Jesús y con ese auxilio se sentían más que empoderados para testimoniar su victoria. Esa inquebrantable fortaleza era la manifestación patente de que habían pasado de muerte y la cobardía, a la vida y la libertad.

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