lunes, 6 de febrero de 2012

Lecturas del Día Domingo, febrero 5, 2012

Primera Lectura:
Lectura del libro de Job (7, 1-4. 6-7)
En aquel día, Job tomó la palabra y dijo: "La vida del hombre en la tierra es como un servicio militar y sus días, como días de un jornalero. Como el esclavo suspira en vano por la sombra y el jornalero se queda aguardando su salario, así me han tocado en suerte meses de infortunio y se me han asignado noches de dolor. Al acostarme, pienso:
`¿Cuándo será de día?'. La noche se alarga y me canso de dar vueltas hasta que amanece. Mis días corren más aprisa que una lanzadera y se consumen sin esperanza. Recuerda, Señor, que mi vida es un soplo. Mis ojos no volverán a ver la dicha".

Salmo Responsorial:
Salmo 146
Alabemos al Señor, nuestro Dios.
Alabemos al Señor, nuestro Dios, porque es hermoso y justo el alabarlo. El Señor ha reconstruido a Jerusalén y a los dispersos de Israel los ha reunido.
El Señor sana los corazones quebrantados y venda las heridas. Tiende su mano a los humildes y humilla hasta el polvo a los malvados.
Él puede contar el número de estrellas y llama a cada una por su nombre. Grande es nuestro Dios, todo lo puede; su sabiduría no tiene límites.

Segunda Lectura:
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los corintios (9, 16-19. 22-23)
Hermanos: No tengo por qué presumir de predicar el Evangelio, puesto que ésa es mi obligación. ¡Ay de mí, si no anuncio el Evangelio! Si yo lo hiciera por propia iniciativa, merecería recompensa; pero si no, es que se me ha confiado una misión. Entonces, ¿en qué consiste mi recompensa? Consiste en predicar el Evangelio gratis, renunciando al derecho que tengo a vivir de la predicación.
Aunque no estoy sujeto a nadie, me he convertido en esclavo de todos, para ganarlos a todos. Con los débiles me hice débil, para ganar a los débiles. Me he hecho todo a todos, a fin de ganarlos a todos. Todo lo hago por el Evangelio, para participar yo también de sus bienes.


Evangelio:
Lectura del santo Evangelio según san Marcos (1, 29-39)
En aquel tiempo, al salir Jesús de la sinagoga, fue con Santiago y Juan a casa de Simón y Andrés. La suegra de Simón estaba en cama, con fiebre, y enseguida le avisaron a Jesús. Él se le acercó, y tomándola de la mano, la levantó. En ese momento se le quitó la fiebre y se puso a servirles.
Al atardecer, cuando el sol se ponía, le llevaron a todos los enfermos y poseídos del demonio, y todo el pueblo se apiñó junto a la puerta. Curó a muchos enfermos de diversos males y expulsó a muchos demonios, pero no dejó que los demonios hablaran, porque sabían quién era Él.
De madrugada, cuando todavía estaba muy oscuro, Jesús se levantó, salió y se fue a un lugar solitario, donde se puso a orar. Simón y sus compañeros lo fueron a buscar, y al encontrarlo, le dijeron: "Todos te andan buscando". Él les dijo: "Vamos a los pueblos cercanos para predicar también allá el Evangelio, pues para eso he venido". Y recorrió toda Galilea, predicando en las sinagogas y expulsando a los demonios.

1 comentario:

  1. La imagen de la brevedad, la fragilidad y la ligereza de la vida es una constante en la tradición bíblica, desde el Génesis a Job y del evangelio a las cartas paulinas. De esa vida que corre como una lanzadera, se siente Job decepcionado. Siente que la desdicha nubla completamente su horizonte. De esa desgracia que era la enfermedad se quejaban muchos galileos en tiempo de Jesús. Aquellos galileos no habían enterrado su esperanza, por eso cargaban a los enfermos en camillas y los ponían delante de aquel sanador que les devolvía gustosamente la salud, sin pedirles nada a cambio. El Señor Jesús sabía a qué había venido: a devolver la esperanza y la paz a los israelitas que confiaban en Dios. De la esperanza victoriosa de Jesús resucitado, Pablo sería testigo orgulloso: predicar el Evangelio es mi destino.

    ResponderEliminar