jueves, 1 de noviembre de 2012

Lecturas del Día Domingo, octubre 28, 2012

Primera Lectura: 
Del libro del profeta Jeremías (31, 7-9)
Esto dice el Señor: "Griten de alegría por Jacob, regocíjense por el mejor de los pueblos; proclamen, alaben y digan: 'El Señor ha salvado a su pueblo, al grupo de los sobrevivientes de Israel'.
He aquí que yo los hago volver del país del norte y los congrego desde los confines de la tierra. Entre ellos vienen el ciego y el cojo, la mujer encinta y la que acaba de dar a luz.
Retorna una gran multitud; vienen llorando, pero yo los consolaré y los guiaré; los llevaré a torrentes de agua por un camino llano en el que no tropezarán. Porque yo soy para Israel un padre y Efraín es mi primogénito"

Salmo Responsorial:
Salmo 125
Grandes cosas has hecho por nosotros, Señor.
Cuando el Señor nos hizo volver del cautiverio, creíamos soñar; entonces no cesaba de reír nuestra boca ni se cansaba entonces la lengua de cantar.
Aun los mismos paganos con asombro decían: "¡Grandes cosas ha hecho por ellos el Señor!". Y estábamos alegres, pues ha hecho grandes cosas por su pueblo el Señor.
Como cambian los ríos la suerte del desierto, cambia también ahora nuestra suerte, Señor, y entre gritos de júbilo cosecharán aquellos que siembran con dolor.
Al ir, iban llorando, cargando la semilla; al regresar, cantando vendrán con sus gavillas.

Segunda Lectura:
De la carta a los hebreos (5, 1-6)
Hermanos: Todo sumo sacerdote es un hombre escogido entre los hombres y está constituido para intervenir en favor de ellos ante Dios, para ofrecer dones y sacrificios por los pecados. Él puede comprender a los ignorantes y extraviados, ya que él mismo está envuelto en debilidades. Por eso, así como debe ofrecer sacrificios por los pecados del pueblo, debe ofrecerlos también por los suyos propios.
Nadie puede apropiarse ese honor, sino sólo aquel que es llamado por Dios, como lo fue Aarón. De igual manera, Cristo no se confirió a sí mismo la dignidad de sumo sacerdote; se la otorgó quien le había dicho: Tú eres mi Hijo, yo te he engendrado hoy. O como dice otro pasaje de la Escritura: Tú eres sacerdote eterno, como Melquisedec.

Evangelio:
Del santo Evangelio según san Marcos (10, 46-52)
En aquel tiempo, al salir Jesús de Jericó en compañía de sus discípulos y de mucha gente, un ciego, llamado Bartimeo, se hallaba sentado al borde del camino pidiendo limosna. Al oír que el que pasaba era Jesús Nazareno, comenzó a gritar: "¡Jesús, hijo de David, ten compasión de mí!". Muchos lo reprendían para que se callara, pero él seguía gritando todavía más fuerte: "¡Hijo de David, ten compasión de mí!".
Jesús se detuvo entonces y dijo: "Llámenlo". Y llamaron al ciego, diciéndole: "¡Ánimo! Levántate, porque Él te llama". El ciego tiró su manto; de un salto se puso en pie y se acercó a Jesús. Entonces le dijo Jesús: "¿Qué quieres que haga por ti?". El ciego le contestó: "Maestro, que pueda ver". Jesús le dijo: "Vete; tu fe te ha salvado". Al momento recobró la vista y comenzó a seguirlo por el camino.

1 comentario:

  1. El profeta Jeremías padeció en carne propia la destrucción de Jerusalén. La vio reducida a escombros y cenizas. Era necesario reedificarla a fondo y desde abajo. El pequeño resto que sobrevivió a la catástrofe había mantenido a salvo su esperanza. Por esa razón el profeta se mantuvo atento, deletreando la aurora de la salvación. Todos los que fueran capaces de volver a confiar en Dios, podrían emprender el camino de regreso. Nadie quedaría excluido, para mostrarlo bastaba enlistar a los cojos, los ciegos, las mujeres embarazadas y las que recién habían dado a luz, en la caravana de los repatriados. En la ciudad de Jericó, Bartimeo también vería resurgir su esperanza y su vista. Tantos años de ceguera no le habían privado de la alegría de vivir ni de la confianza en Dios. El encuentro con Jesús reavivó sus ganas de recomenzar su vida; volvió a entusiasmarse con la idea de recuperar la vista; dejó su situación de postración se acercó a Jesús y con la vista recuperada, lo siguió hacia Jerusalén.

    ResponderEliminar