miércoles, 21 de marzo de 2012

Lecturas del Día Sábado, marzo 17, 2012

Primera Lectura:
Lectura del libro del profeta Oseas (6, 1-6)
Esto dice el Señor: "En su aflicción, mi pueblo me buscará y se dirán unos a otros: 'Vengan, volvámonos al Señor; Él nos ha desgarrado y Él nos curará; Él nos ha herido y Él nos vendará. En dos días nos devolverá la vida, y al tercero, nos levantará y viviremos en su presencia.
Esforcémonos por conocer al Señor; tan cierta como la aurora es su aparición y su juicio surge como la luz; bajará sobre nosotros como lluvia temprana, como lluvia de primavera que empapa la tierra'. ¿Qué voy a hacer contigo, Efraín? ¿Qué voy a hacer contigo, Judá? Su amor es nube mañanera, es rocío matinal que se evapora. Por eso los he azotado por medio de los profetas y les he dado muerte con mis palabras. Porque yo quiero misericordia y no sacrificios, conocimiento de Dios, más que holocaustos".

Salmo Responsorial:
Salmo 50
Misericordia quiero, no sacrificios, dice el Señor.
Por tu inmensa compasión y misericordia, Señor, apiádate de mí y olvida mis ofensas. Lávame bien de todos mis delitos, y purifícame de mis pecados.
Tú, Señor, no te complaces en los sacrificios y si te ofreciera un holocausto, no te agradaría. Un corazón contrito te presento, y a un corazón contrito, tú nunca lo desprecias.
Señor, por tu bondad, apiádate de Sión, edifica de nuevo sus murallas. Te agradarán entonces los sacrificios justos, ofrendas y holocaustos. 

Evangelio:
Lectura del santo Evangelio según san Lucas (18, 9-14)
En aquel tiempo, Jesús dijo esta parábola sobre algunos que se tenían por justos y despreciaban a los demás:
"Dos hombres subieron al templo para orar: uno era fariseo y el otro, publicano. El fariseo, erguido, oraba así en su interior:
`Dios mío, te doy gracias porque no soy como los demás hombres: ladrones, injustos y adúlteros; tampoco soy como ese publicano. Ayuno dos veces por semana y pago el diezmo de todas mis ganancias'.
El publicano, en cambio, se quedó lejos y no se atrevía a levantar los ojos al cielo. Lo único que hacía era golpearse el pecho, diciendo: 'Dios mío, apiádate de mí, que soy un pecador'.
Pues bien, yo les aseguro que éste bajó a su casa justificado y aquél no; porque todo el que se enaltece será humillado y el que se humilla será enaltecido".

1 comentario:

  1. El contraste entre el fariseo y el recaudador es extremo. El gesto, la actitud, la pose corporal, el discurso que cada uno encarna es diametralmente opuesto. Uno está lleno de sí mismo. Su soberbia es perceptible a la distancia. La humillación y la pequeñez del recaudador también se trasparentan. Delante de Dios aflora la identidad de cada uno sin dobleces ni simulaciones. El Dios compasivo detesta el engreimiento del corazón humano y se complace en la humildad y la sencillez. El profeta Oseas llamó insistentemente a sus contemporáneos a valorar la compasión y la misericordia por encima de la observancia de los preceptos rituales que los sacerdotes imponían en el templo.

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