sábado, 9 de marzo de 2013

Lecturas del Día Sábado, marzo 9, 2013

Primera lectura:
Del libro del profeta Oseas: 6, 1-6
Esto dice el Señor: "En su aflicción, mi pueblo me buscará y se dirán unos a otros: 'Vengan, volvámonos al Señor; Él nos ha desgarrado y Él nos curará; Él nos ha herido y Él nos vendará. En dos días nos devolverá la vida, y al tercero, nos levantará y viviremos en su presencia.
Esforcémonos por conocer al Señor; tan cierta como la aurora es su aparición y su juicio surge como la luz; bajará sobre nosotros como lluvia temprana, como lluvia de primavera que empapa la tierra'. ¿Qué voy a hacer contigo, Efraín? ¿Qué voy a hacer contigo, Judá? Su amor es nube mañanera, es rocío matinal que se evapora. Por eso los he azotado por medio de los profetas y les he dado muerte con mis palabras. Porque yo quiero misericordia y no sacrificios, conocimiento de Dios, más que holocaustos".

Salmo responsorial:
Del salmo 50
R/. Misericordia quiero, no sacrificios, dice el Señor.
Por tu inmensa compasión y misericordia, Señor, apiádate de mí y olvida mis ofensas. Lávame bien de todos mis delitos, y purifícame de mis pecados. R/.
Tú, Señor, no te complaces en los sacrificios y si te ofreciera un holocausto, no te agradaría. Un corazón contrito te presento, y a un corazón contrito, tú nunca lo desprecias. R/.
Señor, por tu bondad, apiádate de Sión, edifica de nuevo sus murallas. Te agradarán entonces los sacrificios justos, ofrendas y holocaustos. R/.

Evangelio:
Del santo Evangelio según san Lucas: 18, 9-14
En aquel tiempo, Jesús dijo esta parábola sobre algunos que se tenían por justos y despreciaban a los demás:
"Dos hombres subieron al templo para orar: uno era fariseo y el otro, publicano. El fariseo, erguido, oraba así en su interior: 'Dios mío, te doy gracias porque no soy como los demás hombres: ladrones, injustos y adúlteros; tampoco soy como ese publicano. Ayuno dos veces por semana y pago el diezmo de todas mis ganancias'.
El publicano, en cambio, se quedó lejos y no se atrevía a levantar los ojos al cielo. Lo único que hacía era golpearse el pecho, diciendo: 'Dios mío, apiádate de mí, que soy un pecador'.
Pues bien, yo les aseguro que éste bajó a su casa justificado y aquél no; porque todo el que se enaltece será humillado y el que se humilla será enaltecido".

1 comentario:

  1. Están encarnadas en los personajes que aparecen en el relato evangélico. El recaudador y el fariseo viven actitudes más que contrapuestas: uno está orgullosamente seguro de su escrupulosa religiosidad y la presume sin rubor alguno, el otro, se sabe necesitado de perdón y se confiesa pecador. Ambos se dirigen a Dios con la misma confianza, llamándole: "Dios mío". Aunque el fariseo se dirige al mismo Dios que el recaudador, no se conecta en manera alguna con él; al contrario, se aleja totalmente del funcionario aquél. La famosa sentencia del profeta Oseas nos sirve de referente y orientación: quien pretenda agradar a Dios estará dispuesto a compadecerse de los que sufren y atraviesan pruebas que superan sus fuerzas. El creyente que se solidariza con quienes padecen alguna grave carencia, no busca el aplauso ni pretende fomentar dependencia alguna. El Dios compasivo, suscita la compasión en el cristiano que se dispone a auxiliar a los necesitados.

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