martes, 5 de febrero de 2013

Lecturas del Día Martes, febrero 5, 2013

Primera lectura:
Del libro de la Sabiduría: 3, 1-9
Las almas de los justos están en las manos de Dios y no les alcanzará ningún tormento. Los insensatos pensaban que los justos habían muerto, que su salida de este mundo era una desgracia y su salida de entre nosotros, una completa destrucción. Pero los justos están en paz.
La gente pensaba que sus sufrimientos eran un castigo, pero ellos esperaban confiadamente la inmortalidad. Después de breves sufrimientos recibirán una abundante recompensa, pues Dios los puso a prueba y los halló dignos de sí. Los probó como oro en el crisol y los aceptó como un holocausto agradable.
En el día del juicio brillarán los justos como chispas que se propagan en un cañaveral. Juzgarán a las naciones y dominarán a los pueblos, y el Señor reinará eternamente sobre ellos.
Los que confían en el Señor comprenderán la verdad y los que son fieles a su amor permanecerán a su lado, porque Dios ama a sus elegidos y cuida de ellos.

Salmo responsorial:
Del salmo 123
Nuestra ayuda es invocar al Señor.
Si el Señor no hubiera estado de nuestra parte cuando los hombres nos asaltaron, nos habría devorado vivos el fuego de su cólera.
Las aguas nos hubieran sepultado, un torrente nos hubiera llegado al cuello, un torrente de aguas encrespadas. Bendito sea el Señor, porque no permitió que nos despedazaran con sus dientes.
Nuestra vida se escapó como un pájaro de la trampa de los cazadores. La trampa se rompió y nosotros escapamos. Nuestra ayuda nos viene del Señor, que hizo el cielo y la tierra.

Segunda lectura:
De la segunda carta del apóstol san Pablo a los corintios: 4, 7-15
Hermanos: Llevamos este tesoro en vasijas de barro, para que se vea que esta fuerza tan extraordinaria proviene de Dios y no de nosotros mismos. Por eso sufrimos toda clase de pruebas, pero no nos angustiamos. Nos abruman las preocupaciones, pero no nos desesperamos. Nos vemos perseguidos, pero no desamparados; derribados, pero no vencidos.
Llevamos siempre y por todas partes la muerte de Jesús en nuestro cuerpo, para que en este mismo cuerpo se manifieste también la vida de Jesús. Nuestra vida es un continuo estar expuestos a la muerte por causa de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestra carne mortal. De modo que la muerte actúa en nosotros, y en ustedes, la vida.
Y como poseemos el mismo espíritu de fe que se expresa en aquel texto de la Escritura: Creo, por eso hablo, también nosotros creemos y por eso hablamos, sabiendo que aquel que resucitó a Jesús nos resucitará también a nosotros con Jesús y nos colocará a su lado con ustedes. Y todo esto es para bien de ustedes, de manera que, al extenderse la gracia a más y más personas, se multiplique la acción de gracias para gloria de Dios.

Evangelio:
Del santo Evangelio según san Lucas: 9, 23-26
En aquel tiempo, Jesús le dijo a la multitud: "Si alguno quiere acompañarme, que no se busque a sí mismo, que tome su cruz de cada día y me siga. Pues el que quiera conservar para sí mismo su vida, la perderá; pero el que la pierda por mi causa, ése la encontrará. En efecto, ¿de qué le sirve al hombre ganar todo el mundo, si se pierde a sí mismo o se destruye?
Por otra parte, si alguien se avergüenza de mí y de mi doctrina, también el Hijo del hombre se avergonzará de él cuando venga revestido de su gloria y de la del Padre y de la gloria de los santos ángeles".

1 comentario:

  1. La biografía de los mártires y de todos los creyentes perseguidos e incomprendidos sigue incomodando, nuestra tranquila rutina. El justo anónimo del que habla el libro de la Sabiduría o los cristianos perseguidos que pierden su vida por causa del Evangelio, no son producto de la fantasía de algún escritor judío. Fueron personas de carne y hueso que eligieron vivir de acuerdo a su convicción creyente. Hicieron una opción y fueron consecuentes con ella. A los ojos de la gente pragmática que contrasta siempre el costo y el beneficio de todo, resulta incomprensible que un creyente sufra o enfrente persecuciones por causa de sus creencias. La inclinación en-fermiza de quienes buscamos la aprobación popular y el reconocimiento público, nos impide seguir el camino del seguimiento y cargar con la cruz del Evangelio.

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